Obituario
José Barrios, alma flamenca y universal que conquistó Japón desde Córdoba
El bailaor, fallecido esta semana a los 45 años por un infarto, triunfó de la mano de María Pagés
En pleno mes agosto, como del rayo, se ha ido José Barrios , bailaor y coreógrafo cordobés. Lo ha hecho con 45 años recién cumplidos, pues había celebrado su aniversario hace diez días, y cuando estaba en un momento clave de su trayectoria, con el baúl cargado de proyectos y la sabiduría acumulada tras años de experiencia. En las redes sociales, donde era muy activo, lo normal era ver a José en esas fotografías que subía feliz en cualquier aeropuerto. Camino de Japón o de Estados Unidos , donde tenía fuertes vínculos profesionales, o de regreso a España, a Madrid, ciudad en la que vivía y en la que un traicionero infarto de miocardio fulminante ha acabado con su vida este verano. La triste noticia también se ha extendido rápido por el mundo flamenco cordobés, pues, a pesar de haberse marchado muy joven, el bailaor y coreógrafo tenía aquí a su familia y fuertes vínculos afectivos y de amistad. Él mismo, cada vez que le ponían un micrófono delante, se declaraba «un enamorado de mi tierra» , a la que volvía una y otra vez. Es más, aquí presentaba siempre sus trabajos más personales, como si fuese una especie de superstición relacionada con su tierra.
Los orígenes de Barrios, que nació en 1975, están en un barrio de profunda cordobesía, el de la Fuensanta , donde se crió. Lo hizo en una familia en la que el flamenco se escuchaba, por lo que su vocación, que fue temprana, encontró un entorno favorable. Empezó a formarse ya de escolar y recordaba con cariño sus paseos al Campo de la Verdad para asistir a sus clases y cuando paseaba de vuelta a casa por la Judería , uno de sus rincones predilectos. El camino de su vida quedó orientado pues hacia el baile, aunque siempre con la idea en sus inicios de conseguir una buena formación, ya que Barrios fue siempre un artista de paso lento y firme, que confiaba en la vía clásica del aprendizaje y el trabajo duro. Salió por ello de Córdoba para formarse con maestros como el sevillano Manuel Marín o con Olga Marcioni «La China» . Ya en el campo profesional, trabajó Barrios primeramente en festivales y tablaos y formó parte por ejemplo de la compañía de Blanca del Rey.
Con el pasar de los años también hizo carrera internacional con colaboraciones como bailarín y coreógrafo del Ballet Flamenco de Boston , en Estados Unidos, o con el Parque España de Japón, cuyos espectáculos coreografiaba desde hace lustros. A ello se añaden otros trabajos con bailaores actuales como Rafael Amargo. Su labor central ha estado ligada sin embargo durante dos décadas a una de las grandes compañías españolas, la de María Pagés . Barrios era de hecho su mano derecha como coreógrafo y, tras su muerte, la bailaora sevillana ha mostrado su pesar por el temprano adiós de este hombre al que todo el mundo recuerda como un gran artista pero también como un hombre empático y bueno, siempre con una sonrisa en la boca y feliz de su trabajo. Con Pagés montó Barrios espectáculos que son ya historia del flamenco español como «Autorretrato», de 2008, o «Yo, Carmen», de 2014. Hace apenas unos días ambos habían estrenado en Madrid su nueva colaboración, titulada «Siete golpes y un camino».
Un nuevo giro en su trayectoria se dio a partir de 2016, cuando los críticos españoles le concedieron a Barrios el premio Flamenco Hoy como mejor bailaor. Fue un reconocimiento a un artista que no había tenido tanto foco como otros de su generación, pero que a partir de entonces empezó a compaginar su labor con Pagés, en Japón y sus cursos formativos con la preparación de espectáculos propios, en los que se rodeó de artistas jóvenes cordobeses como el guitarrista Isaac López o la cantaora Sara Corea. Su debut en ese campo fue en 2018 con «Reditum, bailando al flamenco», que tuvo una magnífica acogida en el Festival de Jerez y que giró luego por Estados Unidos. Su último trabajo en solitario fue «Clásico», un montaje en el que fundía flamenco, poesía, pintura, música clásica e incluso tango en una muestra de sensibilidad y de amplia cultura. Presentado el año pasado en el Teatro Góngora, este espectáculo se observa hoy como su legado más personal y como testimonio de una vida entregada al flamenco con pasión y alegría , una actitud celebratoria, entusiasta, que queda para siempre en la sonrisa con la que encaró una existencia marcada por el amor al arte y por una honda humanidad.
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