Jesús Cabrera - El molino de los ciegos
John Money
El binomio obispo-Mezquita es nuestro «Viva Cartagena»
CUENTAN que un tenor lanzó una vez un gallo mientras cantaba «Marina» en el Teatro Circo de Cartagena. El hombre, viendo la que le iba a caer encima, antes de que el patio de butacas hirviera en abucheos, anduvo rápido de reflejos y lanzó un « ¡Viva Cartagena! » que levantó de sus asientos y puso a aplaudir a un público que en aquella época, finales del siglo XIX, aún no había olvidado del todo sus veleidades cantonalistas. Verdad o mentira, lo cierto es que desde entonces esta frase forma parte del acervo popular y se aplica cuando alguien quiere distraer la atención de algo y hacer que las masas fijen su mirada en otro punto.
Esta práctica es muy común en política y no hay partido que no la haya desarrollado en algún momento determinado. En Córdoba , tenemos un catálogo de asuntos que de vez en cuando se desempolvan para animar el cotarro , pero desde hace una década hay uno que no pierde actualidad, pese a que se desinfla a pasos agigantados conforme pasa el tiempo. Me refiero al binomio Mezquitaobispo , que es nuestro «¡Viva Cartagena!» particular. Determinadas formaciones políticas y grupos sociales afines lo usan de forma perfectamente orquestada para lograr, paradójicamente, mayor eco fuera que dentro de la ciudad.
En este lánguido verano, las declaraciones del obispo , Demetrio Fernández , que calificaba de «bomba atómica» la ideología de género ha servido de coartada perfecta para colocar de nuevo en la diana al prelado cordobés y abrirle otra vez una causa general. Lo mejor de todo es que si se le pregunta a alguno de sus críticos qué es lo que ha dicho ahora —repito, ahora— el obispo responde con una amalgama de frases descontextualizadas de hace un montón de tiempo sin centrarse en absoluto en el tema en cuestión. Como todos cometemos errores en esta vida, ninguno estamos libres de una inquisición que utilice esta técnica contra nosotros.
Volviendo al asunto en cuestión, la ideología de género , vemos que es el nuevo dogma que el pensamiento único nos impone sí o sí. Hurgando un poco nos encontramos con que su creador, el doctor John Money , ha sido muy cuestionado por la comunidad científica por la defensa de unas teorías que, como la bigamia o la pedofilia , entre otros, no sólo se encuentran al margen de la ley sino que repugnan al sentido común . Pero el episodio más negro y más triste en la vida de Money fue el de la reasignación de género ; es decir, que el mismo no lo impone la naturaleza sino que se adopta por aprendizaje social . Esta teoría la desarrolló en publicaciones en las que iba exponiendo un caso real, el de David Reimer , al que quiso convertir en mujer y que cuando llegó a la adolescencia descubrió el engaño, se negó a continuar con la farsa y echó por tierra todo el trabajo del doctor Money. Este estrepitoso fracaso sirvió de poco por llegar muy tarde, cuando los libros de Money se vendían como rosquillas y la progresía mundial lo había elevado al rango de santón. Estremece el corazón ver cómo este médico destrozó sin pudor no sólo la vida de David, sino la de toda su familia.
Money, que en su soberbia no admitía críticas a su trabajo —«No puedo enseñar a pintar a los ciegos », decía de forma altanera—, tuvo que aguantar que a partir de ese momento muchos compañeros suyos, incluso discípulos, comenzaran a distanciarse de forma más o menos discreta de unos postulados que hacían aguas . Muchos de ellos coincidirán ahora con lo de «bomba atómica» , unas palabras más suaves que las usadas por el Papa Francisco cada vez que critica la ideología de género y que no se han molestado en leer quienes han ido a chivarse del obispo.