Viernes de jubilado
Manuel Renedo Omaechevearría
En la muerte del abogado del Estado y político de AP, que sentó las bases del PP moderno
DÍAS atrás ha fallecido un veterano de la Transición española , un abogado del Estado inteligente y cabal, que durante unos años estuvo dedicado a la política con el escrúpulo y el rigor que corresponde al oficio. Fue diputado en el Congreso por Córdoba en dos legislaturas sucesivas, desde 1982 hasta 1989. En la segunda le tocó vivir una de las retiradas de Fraga, que parecía definitiva, y el acceso democrático, románticamente democrático, a la presidencia de Alianza Popular de su joven amigo y compañero Antonio Hernández Mancha, que ilusionó a la derecha andaluza y a muchas otras del resto de España con un nuevo estilo, fresco y llano, hecho al alimón de palabras rotundas y naturalidad campechana, rociado pueblo a pueblo hasta llegar a Madrid.
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Allí le ganó, insospechadamente para los biempensantes, a Herrero de Miñón , que era cursi pero digno. Pues hay que reconocer en su haber que permitió la limpieza de la elección pese a mantener en sus manos el aparato del partido. Los compromisarios de Alianza Popular votaron por primera vez a sus anchas lo que les dio la gana. Y venció Mancha porque representaba la esperanza. Hemos tenido que esperar a la eclosión de Casado para ver algo parecido, pero muy de lejos.
Al lado de Antonio estuvo siempre Manuel Renedo Omaechevarría , antes y después, incluso cuando retornó Fraga en olor de las mismas multitudes que habían encumbrado a Mancha, apenas dos años atrás, y volvían ahora a la obediencia del patrón y a lamerle sus inconmensurables zapatos. Pero Fraga solo trajo consigo, aparte de su mismidad, otras personas y sobre todo otros herederos, ningún argumento propio incorporó al llamado «congreso de la refundación», donde paradójicamente se asumieron los cambios estructurales y estratégicos, incluido el nuevo nombre de Partido Popular , propuestos por la directiva saliente, y en concreto por Renedo, que fue su ponente político.
Hernández Mancha renunció al enfrentamiento personal por no hacer sangre inútil en una lucha desigual. Al cabo diría refiriéndose a Fraga: «yo vine porque usted se fue, porque usted vuelve yo me voy». Algunos, muy pocos, casi ninguno entre los que aún podían medrar, lo acompañaron en su retirada. Solo Renedo estuvo con él siempre y seguirá estando ahora, ya en el alma, temprano acaso. Manolo era vasco de nacimiento, de sangre y de carácter, pero se hizo cordobés por amor y de tal ejerció hasta el postrero descanso que ha querido tener en Montilla. La lealtad fue la seña de identidad de su trayectoria humana y política. Era muy culto y poseía una elegancia innata, de casa antigua, de solar viejo. Además tocaba el piano y lo hacía con sentimiento, ese sentimiento que a veces no afloraba de su semblante demasiado intelectual. Se nos ha ido un hombre entero y un político de una pieza. La historia lo habrá olvidado ya. No entiende de buenas personas.