Viernes de jubilado
La espiritualidad cofrade
En general, toda la religiosidad popular se expresa en una fiesta de los sentidos
«La idolatría es un peligro muy grande dentro de la religiosidad popular », afirmaba el joven y estudioso jesuita Daniel Cuesta en las páginas de ABC. En una entrevista previa a la presentación de su libro ‘Luces y sombras de la religiosidad popular’ dejaba caer este obligado titular que, siendo cierto en sentido estricto, no se corresponde con el discurso principal de la obra ni, por supuesto, con sus conclusiones. Ya en el libro anterior, ‘La procesión va por dentro’, que puede ser considerado como el primer tomo de este y tal vez de una futura trilogía que fuese texto catequético fundamental del mundo cofrade, Cuesta buscaba y encontraba una espiritualidad cristiana, definida y sólida, inspirada por el Espíritu Santo, en este mundo del que él consecuentemente forma parte.
Es un hecho que las imágenes vuelven a las calles tras el recogimiento fortuito de la pandemia , como no podía ser de otro modo, y también se juntan en los templos , a la mayor pujanza de estos. Los feligreses vuelven donde solían, a sus parroquias, a sus cultos, a sus misas, por tanto. Las imágenes son expresión e intermediación de nuestra fe . Sin ellas somos creyentes a medias, creyentes cariacontecidos, creyentes de catacumbas, porque es muy difícil creer en lo que no se ve, por mucho empeño teológico que pongamos. Solo nos alegra el semblante la fe cercana , el Cristo que nos ayuda , la Virgen que nos ampara . Somos hermanos en Cristo e hijos de su misma Madre. Y somos capaces además de darles un carácter privativo, familiar, como de hermano y madre de cada uno. De ahí el florecer de las cofradías, de ahí la sencillez y la fuerza de su espiritualidad.
¿Que existe el peligro de caer en la idolatría ? ¿ Quién lo duda ? La idolatría está siempre próxima a nuestros arrebatos espirituales. Y se la ha combatido hasta la saciedad , hasta la iconoclastia. Porque nuestra espiritualidad , para bien y para mal, es tan física como metafísica . En general, toda la religiosidad popular se expresa en una fiesta de los sentidos. Tenemos que ver, tocar y besar las imágenes para entender el mensaje que las trasciende. Buscamos y encontramos a Dios a través de las imágenes de Cristo y de su Madre en sus múltiples advocaciones, pero también a través del resto de elementos de la narración pasionista, discípulos, sayones y romanos , incluso de los caballos que parecen relinchar en latín sobre los pasos . Es una idolatría chiquita , meramente cultural, artística , necesaria para la dramatización de la historia, como los relieves de la catedrales góticas. Hasta el caimán de la Fuensanta es un ídolo de andar por casa, un pobre inquilino del Santuario que sobrevive porque su Patrona le presta el aliento de la tradición.
Daniel Cuesta llega a la misma conclusión de un modo más intelectual y ve al cabo muchas más luces que sombras en la religiosidad popular. Su libro no es en absoluto heterodoxo . Se asienta en la doctrina de los papas contemporáneo, aunque destaca su carácter ‘franciscano’, acaso por ser jesuita. Y no es virtud desdeñable de la obra que nos ayude a muchos a comprender al Papa Francisco , siempre digno de matización en su impronta peronista.
Noticias relacionadas