PERDONEN LAS MOLESTIAS

Jardincidio y tal

Si todo marcha según la chapuza prevista, la biblioteca de Los Patos abrirá sus puertas 12 años después del destrozo del parque

Biblitoeca de los jardines de Los Patos V.M.
Aristóteles Moreno

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Este año se cumple el décimo aniversario del jardincidio de Los Patos. Una mañana de noviembre de 2008, llegó la circular correspondiente y los operarios fulminaron la rosaleda que cerraba los Jardines de la Agricultura por su flanco norte. La orden partió de donde emanan este tipo de ejecuciones sumarias. Del ministerio, del municipio o de cualquier otro despacho institucional de esos que manejan la vida de las ciudades en ordenados expedientes administrativos. El ejecutor de turno puso el dedo en la rosaleda de Los Patos cuando a tiro de piedra disponía de medio millón de metros cuadrados liberados tras el soterramiento de la vía férrea. O cuando en el Plan del Río media docena de parcelas de propiedad pública se morían de la risa entre jaramagos y maquetas de estireno cifradas en diez millones de euros.

Pero no. A uno de los escasos jardines del casco urbano de Córdoba había que darle un tiro de gracia para levantar en su lugar una mole de hormigón. El jardincidio fue un acto burocrático rutinario. Aún a pesar de que la primera piedra de la biblioteca se puso seis años después. Es decir: primero se extermina la zona verde y luego ya veremos. La masacre fue precintada durante todo ese tiempo con una valla infame para ocultar, queremos creer, la vergüenza del florinato.

Lo que vino después fue una sucesión de desatinos más propia de Pepe Gotera y Otilio. El inicio de la obra fue anunciado en el verano de 2010, primero, y en noviembre de 2014, después, para acabar siendo paralizada otra vez en octubre de 2016 por ajustes de eficiencia energética. Qué risa. Un año después, en otoño de 2017, el Gobierno anunció un nuevo retraso de 14 meses por razones que es casi mejor no intentar descifrar.

En todo este tiempo, el esqueleto del edificio nos recuerda que en el lugar donde hoy reina el cemento armado antes de ayer gobernaba un parque urbano consolidado desde hace más de un siglo y medio. Es bueno refrescar en la memoria todas estas cosas. Para saber de donde venimos y anticipar hacia dónde diablos vamos.

La biblioteca lleva dos años paralizada y hoy sabemos que antes de finales de 2018 no se reanudarán las obras. Las últimas previsiones oficiales han tenido el atrevimiento (y la desfachatez) de aventurarse a anunciar un nuevo horizonte temporal. El edificio podría ser entregado con su mobiliario interior en el curso de 2020. Más o menos, la fecha en que los replicantes renovarán su revuelta contra Blade Runner. Con el permiso de Harrison Ford, naturalmente.

Si recapitulamos, nos sale un jardincidio de libro y una tomadura de pelo tamaño enciclopedia Larousse. Desde que en 2007 a alguien se le ocurrió la indescriptible idea de descuartizar un bello parque urbano han pasado muchas cosas. Y todas verdaderamente estrambóticas. Hay un principio básico de la novela negra que dice que si te quieres cargar a alguien hazlo rápido y sin contemplaciones. Desde ese punto de vista, el florinato de la rosaleda ha sido una chapuza de aficionados.

Si no se nos cruzan nuevos tropiezos, en 2020 la biblioteca abrirá sus puertas y los usuarios podrán tomar sus asientos en la sala de lectura. Allí los jóvenes leerán manuales de botánica para conocer las propiedades de las especies rosáceas y apreciar las bondades de los espacios verdes en el planeamiento urbano. Para ese momento, el Ministerio de Transición Ecológica velará por el equilibrio medioambiental y el crecimiento sostenible de las urbes. Hasta entonces, paz y amor, queridos contribuyentes.

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