Guerra Rusia - Ucrania

El abrazo de Irina y Olga: una rusa y una ucraniana vecinas de Pozoblanco bajo la bandera de la paz

Ambas, junto a sus hijas, protagonizaron un emotivo acto organizado por el Ayuntamiento para reclamar el fin de la guerra

Olga e Irina junto a sus hijas en el acto realizado en Pozoblanco de condena a la invasión de Rusia a Ucrania QUERCUS

Julia López

Olga e Irina viven en Pozoblanco , la primera desde el año 2009, la segunda desde hace una década, y desde este municipio miran estos días a Ucrania y Rusia , sus países de origen con miedo, incertidumbre y temor. Viven dos realidades muy diferentes, pero les une el «pasado conjunto» y el anhelo que persiguen las dos, la recuperación de la paz tras la invasión rusa de Ucrania.

Estas dos mujeres protagonizaron ayer uno de los momentos más emotivos de los que se vivieron en los diferentes municipios que se sumaron al silencio como señal de apoyo al pueblo ucraniano. Ambas enarbolaron las banderas de sus respectivos países , se las intercambiaron y ante el aplauso de decenas de personas se fundieron en un abrazo que dejó atisbar que la única bandera a la que dan cobijo es la de la paz .

«Queremos que se termine la guerra, queremos que nuestras familias y toda la gente viva bien porque siempre fuimos como hermanos, Rusia y Ucrania, lo que está ocurriendo ahora es un sufrimiento muy grande», relató Olga Marchenko después del abrazo con Irina. Afincada en Pozoblanco desde 2009 atraviesa por una época «muy difícil» sabiendo que los suyos «corren muchos riesgos, viven en sótanos desde el 24 de febrero. Viven así todos los vecinos, los niños, embarazadas, tienen mucho miedo. Nuestro corazón está allí con ellos, lloramos desde aquí con ellos».

Relata la situación de ciudades ucranianas, cómo la gente «vive escondida por miedo», pero también «luchando para que esto acabe». También cómo ese día a día está marcado por las sirenas antiaéreas y cómo los refugios se han convertido en la casa de miles de ucranianos.

Afortunadamente, Olga mantiene contacto diario con su familia y puede saber cómo se encuentra porque «hablamos todos los días, también con mis sobrinos, que tienen mucho pánico , les apoyamos desde aquí como podemos». Esa es la sensación que queda, la impotencia ante una ayuda que nunca resulta ser suficiente.

El conflicto en la distancia

A su lado se encuentra Irina que, junto a su hija, escucha a Olga atentamente asintiendo a todo. Le cuesta hablar, pero cuando lo logra, lo hace con contundencia: «en el siglo XXI tiene que mandar la paz, la amistad y el amor, nada más. Estoy paralizada y no sé cómo ayudar». Con su familia en Rusia, Irina asegura que «la gente está informada con Internet , la gente que es inteligente primero escucha y luego toma decisiones» aludiendo a que es mucha la población rusa que no secunda las actuaciones de Putin. «Es duro porque nosotros estábamos unidos al pueblo ucraniano, muchos rusos tienen familiares en Ucrania y al revés , no podemos creer lo que está pasando».

El desasosiego es claro por parte de ambas partes, aunque también hay un espacio para el optimismo. Lo lanza en forma de mensaje la hija de Irina a sus amigas ucranianas a las que les pide que «aguanten, esperemos que todo acabe pronto. Pronto llegará la paz». Ese es el único deseo que expresan, más allá de los miedos propios de una realidad que separa a estos dos pueblos. Ambas también agradecen la solidaridad mostrada por muchos rincones de la comarca de Los Pedroches , ya que la recogida de material, comida y ropa es continua .

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