Mario Flores - El dedo en el ojo
Instalarse en la irrealidad
El «caso Rocket» está frenado porque «asusta» y tiene a los funcionarios paralizados de miedo, según De Llera
Existe una creencia generalizada que viene a determinar que dejar de llamar a las cosas por su nombre supone una eficaz manera de cambiar la realidad. De este modo se acuñan nuevas frases y ocurrentes giros que pretenden, puerilmente, hacernos creer que el mundo, que la realidad, es de la forma concreta y excluyente en que algunos quieren que la veamos. Expresiones tan desafortunadas como «violencia de género», «patriarcado», «neoliberalismo», «islamofobia» o «nacionalismo español», entre otras tantas, vienen a pretender ofrecer una versión concreta de la realidad que difícilmente se compadece con la misma. Y de este modo nos vemos obligados a emplear este concreto lenguaje si no queremos ser expulsados del paraíso de lo políticamente correcto.
La utilización de esta suerte de ensalmos logran fijar en la psicología de muchas personas (demasiadas) los famosos marcos cognitivos que propusiera Geroge Lakoff en su famoso libro «No piense usted en un elefante». Según estos marcos, la realidad ya solo puede ser vista a través de unos esquemas mentales fijos y rígidos fuera de los cuales «la realidad se equivoca». Esta extraña idea, por bizarra y extravagante que parezca, se instala con fuerza en esas extrañas y rígidas mentalidades. Y así, muchos llegan a conclusiones extemporáneas cuando afirman, por ejemplo, que los ataques islamistas contra occidente no constituyen una declaración de guerra sino que son fruto de las iniquidades que nuestras civilizadas democracias cometen contra los pueblos oprimidos. No es la guerra, no: es el desequilibrio en la justicia social ¡¡Y se lo creen a pies juntillas!!
Bajo este mismo mecanismo cerril hay quien se empeña en que las cosas son como diga yo, no como digas tú, por más que seas tú el propietario de una realidad concreta por cuanto protagonista de la misma.
Esto lo constatamos esta semana cuando el consejero de justicia de la Junta de Andalucía, Emilio De Llera, afirmó que el juzgado número 2 de Peñarroya, que entiende de la trama de corrupción de la ex-alcaldesa socialista (caso Rocket), no necesita refuerzo alguno de funcionarios; según el consejero socialista (como la ex-edil) el problema está en que el caso «asusta» y por eso los funcionarios están como paralizados por el miedo que les causa la envergadura del mismo; de ahí que no avancen. Poco importa que los funcionarios, que viven su propia realidad día a día, afirmen que están desbordados por este caso y que el juzgado no da para más. Si el señor consejero dice otra cosa, todos a callar. Y basta.
Y es que el consejero justiciero tiene escuela, porque está adscrito a la fábrica de irrealidades de la Junta cuando ésta afirma, por ejemplo, que Andalucía es vanguardia en la defensa de los servicios públicos y los derechos sociales. Irrealidades sobre irrealidades.