PASAR EL RATO
El inmoralista
Pedro Sánchez, el vencedor sin grandeza, se ha especializado en la mentira y el rencor, que en él no es defecto ni pecado, sino carácter
Hay en España un hombre que tiene la capacidad de embotar el sentido moral de sus seguidores. Seguidores cautivados por su desfachatez. Es el atractivo de los narcisistas sobre los cerebros dóciles. El atractivo de Pedro Sánchez sobre sus ministros y los anónimos unánimes del diez de noviembre. El vencedor sin grandeza se ha especializado en la mentira y el rencor, que le resulta más fácil que la tesis doctoral y no tiene que plagiar a nadie, en lo suyo es un maestro. La mentira no es en él defecto ni pecado, sino carácter. Él está hecho para mentir, como el pájaro está hecho para volar. No es si no miente.
El martes pasado aconteció en el Congreso de los Diputados el abrazo del yo. Iglesias y Sánchez. Dos mentes y un solo pensamiento: yo. Recordé una lectura de juventud, cuyo título titula esta columna. Y creí encontrar afinidades entre el protagonista del libro y el abrazador del yo. En el tercer año del siglo XX publicó André Gide su novela «El inmoralista». Se trata, es sabido, de un gran escritor francés, de prosa bellísima, Premio Nobel de Literatura en 1947. No constituye un modelo de vida y costumbres para este sencillo columnista, literariamente de un gris conservador, por venir del sistema educativo del exhumado. En el que conoció a Gide. Ya le gustaría a este sencillo columnista escribir la mitad de bien que André Gide. Hasta con la cuarta parte de bien se conformaría.
Dice el protagonista que «la sujeción a la mentira me costó algo al principio». Pero enseguida tranquiliza al posible lector imitativo, preocupado por el esfuerzo que exige ese ideal de vida, aclarándole que «las cosas consideradas peores (la mentira , por no citar más que una)» se vuelven fáciles y hasta resultan naturales por la costumbre. He aquí que también la moral reside en la costumbre, incluso la estupidez es un hábito. Aunque al protagonista parece faltarle «el sentido moral », como reconoce él mismo abiertamente. «He buscado, he hallado lo que constituye mi verdadero valer: una especie de obstinación en lo peor». Es esa obstinación en lo peor la que lleva irresistiblemente a Pedro Sánchez hacia gente como Pablo Iglesias, Oriol Junqueras , Arnaldo Otegui . La obsesión por el mal, aunque revestida de cínica retórica administrativa y periodística. ¡Ah, la prensa gubernativa, ese vertedero de la inteligencia y de la decencia profesional! «Odio a las gentes de principios», dice en algún momento «El inmoralista».
Nuestro inmoralista nacional lleva tanto tiempo ocupándose de la destrucción del pasado -la historia empieza conmigo-, que le falta ilusión para mejorar el presente. Él no lo sabe aún, pero es inevitable que acabe hundiéndose con todo lo que derrumba. Nadie irá a visitar sus restos machacados y su tumba no se coronará de violetas. Ni siquiera se molestarán en exhumarlo. La historia es vengativa.
La mentira y el fraude cultural ejercen un efecto hipnótico sobre la gente que nada más busca sobrevivir, y a eso lo llama progreso. Así se explica que siga las andanzas de Sánchez una corte de informadores adictos, dedicada a justificar y elogiar su pensamiento débil. Periodistas amigos del poder, obsequiosos y complacientes. Lo contrario del periodismo. Esos periodistas de los que decía Karl Kraus , el implacable periodista austríaco, fundador del diario satírico La Antorcha: «Faltan dependientes de comercio. Todos se dedican al periodismo».
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