Prestaciones sociales
El Ingreso Mínimo Vital, la ayuda que nunca llega a Córdoba
Dos afectados relatan los retrasos y los problemas para tramitar la última prestación aprobada por el Gobierno hace ahora tres meses
En la obra teatral «Esperando a Godot» , del dramaturgo irlandés Samuel Beckett , dos vagabundos aguardan la llegada de un misterioso personaje del que se desconoce casi todo. Se llama Godot, pero nadie sabe a qué se dedica, qué aspecto tiene ni por qué es importante para los protagonistas; si tiene dinero o no es más que una ilusión. Debe aparecer en algún momento . «Hoy no vendrá, pero mañana seguro que sí», dice uno de los comediantes.
El texto resume lo que está pasando ahora con el Ingreso Mínimo Vital , la propuesta estrella del Gobierno de coalición de Sánchez e Iglesias aprobada hace tres meses. La medida existe, pues está publicada en el Boletín Oficial del Estado. Cientos de miles de personas la esperan en todo el país. Pero nadie sabe a cuántas personas llegará , qué cuantía se abonará a cada una, cuánto costará la medida ni cuándo se abonará. Quienes pueden saberlo no quieren hacerlo público. Este periódico ha planteado esas cuestiones al Gobierno, al Ministerio de Inclusión y a la Tesorería de la Seguridad Social , que se han negado hasta ahora a contestarlas.
Entre esas miles de personas que aguardan se encuentra Manuela , cordobesa divorciada de 59 años que lleva sin empleo estable desde hace cinco años, aunque en 2019 trabajó unos días como controladora de Patios ; fue su último ingreso, hace más de un año. Tiene una hija y un nieto, «lo único que me mantiene en pie un poco, porque no tengo ganas de nada. No puedo ni ir a una peluquería», explica. Tras sufrir un desahucio en 2014 , vive de alquiler gracias a las ayudas sociales, sobre todo de Cáritas. Y también come gracias a eso. Para ella, el IMV sería una salvación. Pero su expediente, como otros miles, aún no está resuelto tres meses después de aprobarse la ayuda.
Manuela fue de las p rimeras en solicitar el IMV. «Siempre me dicen que está en estudio», se lamenta. Sólo tiene preguntas que nadie responde: «Si el Estado dice que nadie se va a quedar atrás, ¿esto qué es? ¿Por qué no cumplen con lo que han dicho? A mí no me han pagado nada. ¿Cuándo me van a contestar? Llamo a un teléfono en el que nunca contestan. Me dicen que pida cita para la Seguridad Social, pero ahí no atienden a nadie».
La eterna burocracia es uno de los problemas en la gestión del IMV. Cuando se aprobó, era obligatorio realizar los trámites de forma telemática, sin tener en cuenta la brecha digital. Se suponía que de ese modo el papeleo sería más ágil, pero ha ocurrido lo contrario. Inexplicablemente para un procedimiento automatizado, las solicitudes entran repetidas en el sistema -hasta 10 veces la misma petición, según fuentes del sindicato CSIF en Córdoba-, lo que obliga a purgar la documentación antes de conceder la ayuda. En otros expedientes faltan sellos o papeles, sobre todo el certificado de empadronamiento. Los funcionarios no dan abasto y su trabajo se ha duplicado desde que entró en vigor la medida, aseguran en el principal sindicato de empleados públicos.
Con el tiempo en contra
Mientras tanto el tiempo corre en contra de los posibles beneficiarios. Por lo general, el silencio de cualquier administración pública ante una demanda durante tres meses debe entenderse como una respuesta negativa, y ese plazo se cumplió la semana pasada. La única respuesta del Ministerio de Inclusión ante los evidentes retrasos ha sido alargar el tiempo de tramitación hasta diciembre y garantizar que el dinero se cobrará con efecto retroactivo desde el día de la solicitud. En esta situación, la pregunta de Manuela resulta evidente: mientras tanto, «¿de qué comemos?».
El IMV servirá en muchos casos únicamente para alimentarse y poco más. Es una ayuda mínima , lo justo para sobrevivir, pero le permitiría a Miguel -nombre ficticio- comprar comida para él y su madre, una anciana de 82 años con demencia senil de la que tiene que cuidar las 24 horas. A sus 50 años, M iguel lleva sin trabajo desde 2012 y su último ingreso fue en octubre del año pasado con la renta activa de inserción, una ayuda similar al IMV que abona también el Estado, con la diferencia de que no es eterna. Desde entonces, los únicos ingresos familiares son 550 euros mensuales de pensión que les pasa cada mes su padre. De ahí salen los 465 euros de alquiler de un piso más 10 euros para una recarga del móvil, que Miguel necesita tener siempre operativo. Él mismo hace las cuentas: «Quedan 60 euros para comer mi madre y yo, ¿se lo puede creer?» . Cáritas le aporta alimentos básicos que siguen siendo insuficientes para dos personas, asegura.
Miguel pidió el IMV «de los primeros». Dos semanas después fue aprobado -una de los pocos con informe positivo y 303 euros al mes - y la Seguridad Social le indicó que cobraría el 1 de septiembre «seguro, seguro», relata. Y es aquí donde su caso se parece, más que al teatro del absurdo de Beckett, al esperpento de Valle-Inclán . La administración le aseguró que el ingreso ya se había efectuado «y el mismo día me lo quitaron» por una incidencia en la Seguridad Social. «Eso es mentira, a mí no me han ingresado ningún dinero porque no hay movimientos en mi cartilla», sostiene. Y a finales de septiembre sigue sin recibir nada.
«Esperando a Godot» termina con el aburrimiento de los dos protagonistas, que deciden marcharse. Pero no se mueven y siguen a la espera, como hacen Miguel y Manuela . Y no se sabe cuántos más en la provincia.
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