REPORTAJE

El infierno de una víctima de la trata de blancas en Córdoba: «Obligaban a prostituirse las 24 horas»

Rainbow, una mujer rumana, cayó en las redes de una mafia que comercio con su cuerpo en Inglaterra, Alemania hasta que recaló en la ciudad

Miembros de la asociación de ayuda a prostitutas con sede en Cañero Roldán Serrano

Rafael A. Aguilar

QUIEN la puso en el camino del infierno fue su novio. Ella, a sus treinta años pasados, lo confiesa amparada en el nombre ficticio de Rainbow. «Yo no me considero una víctima: pienso que lo que ha pasado es que he tomado muy malas decisiones en mi vida», declara esta mujer, que ha logrado zafarse de las trampas que le tendió el destino, o su mala cabeza, gracias a la ayuda que prestan en Córdoba las asociaciones Uno a Uno y Aperfosa , que colaboran en lo que ellos denominan el Proyecto Rescate, y que es la tabla de salvación a la que pueden agarrarse quienes caen en las redes de las organizaciones delictivas que se dedican a la trata de blancas.

El de Rainbow es un caso paradigmático: natural de Rumanía, no tuvo nunca una vida fácil. Tras una infancia en una familia desestructurada, sin acceso a educación secundaria, pasó la mayor parte de su adolescencia trabajando en una feria local, algo común entre los rumanos pertenecientes a la etnia gitana.

Rainbow fue rescatada en Córdoba: llegó con su cuñada tras vender su cuerpo en Alemania e Inglaterra

«Nosotros la conocimos cuando llevaba ya un tiempo en España y cuando ya era madre soltera de dos hijas» y arrastraba un expediente personal del penurias y de traumas que da para una novela, tal y como relatan los responsables de las dos entidades sin ánimo de lucro citadas, y con sede en un piso bajo del barrio de Cañero. Con la responsabilidad de criar a sus dos hijas a su espalda y sin opciones laborales en su país de origen, Rainbow decidió salir de Rumania: el único camino que encontró para descubrir otros horizonte fue el de la prostitución, que ya llevaba tiempo andando una amiga de su confianza.

Ella misma lo cuenta para ABC: «Como madre soltera, necesitaba dinero para mis hijas, y me fui a Inglaterra con una amiga que trabajaba allí y me quedé durante diez meses». Pronto se marchó a Alemania, donde siguió ganándose la vida vendiendo su cuerpo y donde conoció a quien cavaría la tumba de su destino durante los próximos años: se trataba de un hombre del que se enamoró y que le prometió ayuda económica para ella y su familia si hacía exactamente lo que él le decía, que en resumen era seguir comerciando con el placer.

El gancho del «lover-boy»

Pero el hombre, el novio, desapareció pronto de su vista: dijo que tenía que dejarla para buscar trabajo en otro país, así que ella, abandonada por su pareja, quedó al cargo de su cuñado, que continuó manipulándola para que no dejara de prostituirse. El dinero que obtenía de su trabajo no iba para ella, sino para los dos hermanos. Rainbow no estaba sola en su desdicha, porque en la red de proxenetas también había caído su cuñada, con la que, desesperadas, se armaron de valor para huir juntas a España. Ambas recalaron en Córdoba, donde por unos meses no tuvieron más remedio, aseguran, que mantener la actividad laboral que estaba arruinando sus vidas.

En la ciudad es rescatada por las asociaciones que se dedican a ayudar a prostitutas: Rainbow se encuentra desde hace meses recibiendo apoyo psicológico en un sitio seguro y confiesa que no puede esperar a «rehacer su vida, encontrar una oportunidad en España y poder estar de nuevo junto a mis hijas».

Como muchas otras mujeres, ella había sido captada en Alemania mediante un «lover boy», que es un término que identifica a un hombre que manipula psicológica y sentimentalmente a las chicas para que sean ellas las que decidan prostituirse y poder así quedarse ellos con el dinero que cobran por sus servicios. «Esta técnica es bastante común en Europa del este y se caracteriza por una falsa sensación de libertad en las chicas, las cuáles piensan que sus acciones están justificadas por el amor que sienten hacia esta persona», informan las asociaciones Uno a Uno y Aperfosa.

Una profesora que enseña español a las mujeres como voluntaria ROLDÁN SERRANO

Ahora, al final del túnel oscuro, sórdido, en el que ha estado metida y que durante años parecía que no tenía salida alguna, Rainbow alberga la impresión de que es una privilegiada al haber dejado atrás tanto sufrimiento y, además es más que consciente de que el calvario que pasan otras mujeres puede alcanzar cotas de padecimientos superiores: «Había chicas que estaban peor que yo: a algunas las obligaban a prostituirse veinticuatro horas al día», dice la mujer. «Por ejemplo, nosotras nos vestíamos como queríamos cuando estábamos trabajando, pero a otras de mi entorno las forzaban a estar todo el día en ropa interior», detalla esta mujer que ha logrado dejar de ser una ciudadana del infierno.

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