ANIVERSARIO

Infantes Florido, diez años descansando en la Catedral

Hace una década la diócesis despidió al obispo que marcó más de quince años

Una religiosa besa el cadáver de Monseñor Infantes Florido VALERIO MERINO

LUIS MIRANDA

«Donec occuramos omnes in unitatem fidei» . El lema, resumen de su espíritu ecuménico y de diálogo, se puede leer en una de las capillas de la Mezquita-Catedral, en la tumba donde espera resurrección el cuerpo de José Antonio Infantes Florido, el último de los obispos de Córdoba enterrado en su templo mayor . Hace ahora diez años, el 8 de noviembre de 2005, sus retos recibían sepultura en la tumba que se le había preparado y muchos cristianos acudieron a despedir al prelado que marcó durante más de tres lustros la vida de la diócesis con una profunda personalidad .

Había nacido en Almadén de la Plata (Sevilla) en 1920 y antes de ordenarse sacerdote era doctor en Derecho. Fue párroco del Salvador, en Sevilla, donde ya desarrolló una de sus grandes inquietudes, el ecumenismo , que le reconocería el patriarca ortodoxo de Constantinopla, Atenágoras, con la Cruz del Monte Athos.

Cuidando del clero

En 1967 se le ordenó obispo de Gran Canaria, donde bendijo un templo ecuménico y el 25 de mayo de 1978 tomó posesión de la diócesis de Córdoba . Llegó en una época difícil, pero se creció ante los desafíos. Así, recuperó el seminario San Pelagio, que se había cerrado y sus alumnos se habían trasladado a Sevilla , veló por el patrimonio cultural y se preocupó por los sacerdotes. De su época es el llamado «mínimo vital», que aseguraba el sustento indispensable para los curas .

Tras cumplir 75 años, en 1995, fue el primer obispo emérito de la diócesis

Los laicos fueron otra de sus atenciones, en particular las cofradías, que defendió hasta el fin de su vida . En su episcopado se erigieron muchas y él mismo participó en numerosas coronaciones canónicas. En 1995, al cumplir 75 años, se convirtió en el primer obispo emérito de la diócesis de Córdoba y poco después trasladó su residencia a Sevilla , donde vivía junto a sus sobrinos, aunque en frecuente contacto con Córdoba . En el otoño 2005 empeoró su estado de salud y el entonces prelado, Juan José Asenjo, le visitó con frecuencia . De una de aquellas conversaciones surgió la encomienda de velar por las cofradías .

Falleció el 6 de noviembre en Gelves (Sevilla) y al día siguiente su cuerpo se trasladó a Córdoba, donde se instaló la capilla ardiente en el Seminario que él había recuperado. El día 8, tras una solemne y cuidada procesión con casi todos los sacerdotes de la diócesis y la misa funeral , que presidió el cardenal de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, su cuerpo descansó en la Catedral, como decía su lema, «hasta que nos encontremos todos en una única fe».

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