Tribuna libre

Los misterios y claves de la increíble y colosal Córdoba romana

Manuel Ramos destaca que la colonia patricia tuvo un papel central en la política y la economía de la gran potencia

Imagen del Templo Romano de Córdoba Valerio Merino

Manuel Ramos

Hace ya mucho tiempo , cuando no tendría yo más de quince años, quedé fascinado con el relato que escuché cierto día saliendo de la iglesia de San Pablo . Me acompañaba una persona muy especial.

-Manuel. ¿sabes que ahí abajo, enterrada , permanece una gigantesca escultura ecuestre de los tiempos de Roma ?

Aquel señor me señalaba con su dedo el suelo de la calle Capitulares .

-¿Y cómo es que no la han desenterrado ? Pregunté sorprendido.

-Porque es tan grande que para hacerlo habría que tirar todos los edificios de la manzana.

Aquel señor era Francisco Jiménez , todo un sabio de las antigüedades y un amante incondicional de Córdoba, al que muchos recordarán aún ataviado con su capa y sombrero cordobés.

Lo cierto es que el asunto de la estatua ecuestre lo he seguido escuchando a lo largo de todos estos años , aunque quizá todo formara parte de la ilusión de los muchos enamorados de Córdoba . Pero, ¿ y si no fuera un cuento ? Ya sabemos que a veces, cuando el río suena agua lleva y, en este caso, el rumor acerca de la grandeza de la Córdoba romana era ensordecedor.

¿Acaso sería descabellado pensar que la Colonia Patricia , como capital que fue de la provincia de la Bética , quizá la ciudad más importante de occidente tras la misma Roma, no pudo tener estatuas colosales , como existen en la misma capital del imperio o como las recientemente halladas en Turquía? ¿Acaso no tendría lógica la existencia en aquella zona de una o varias esculturas ecuestres que formaran parte integrante del programa decorativo del circo?

Pues en efecto , es en aquella zona, entre Capitulares y plaza de la Corredera , donde se ha constatado arqueológicamente la existencia de aquel espacio lúdico donde corrían las cuadrigas de caballos y tenían lugar otros espectáculos circenses . Es más, 2.000 años después, la curiosa forma curva de la calle Diario de Córdoba es debida a que se trata de una petrificación arqueológica de aquel circo levantado en el siglo I, en tiempos de Domiciano.

Leyendo a Ramírez de Arellano , aprendí que en la Córdoba de su tiempo , es decir, en el siglo XIX , cuando ni siquiera el templo romano de la calle Claudio Marcelo había aflorado, pues permanecía oculto bajo el huerto de las Casas del Conde de Hornachuelos, toda aquella zona era conocida con el nombre de Marmolejos . La razón era la inmensa cantidad de fragmentos marmóreos que aparecían por doquier ante la más mínima remoción del terreno .

Prácticamente hasta finales del siglo XX , Colonia Patricia era tan sólo un rumor , una Córdoba soñada por aquellos grandes amantes de su ciudad que murieron antes de contemplar los grandes descubrimientos de nuestra época. A pesar de ello, su amor era tan profundo por ella, que apartaban de su mente la idea de que todo fuera una quimera.

Mantenían intacta su ilusión, aunque en la mayor parte de las ocasiones, su amada no les correspondiese y los conformase con pequeños detalles en forma de fragmentos marmóreos o con simples chascarrillos (o no) transmitidos de generación en generación. Tal sería el caso de las nombradas Casas de Séneca , en la plazuela de ese nombre, lugar en la quedó fijada la morada del sabio , tutor de Nerón.

En tanta estima se tenían aquellas casas que incluso fueron adquiridas por el noble cordobés más importante del Renacimiento , el Marqués de Priego , que más tarde las regaló a su amigo y compañero de aventuras arqueológicas el doctor Oliva. Aquello ocurría en el siglo XVI, momento en el que se despertaba en el pueblo la afición a la antigüedad clásica y los nobles comenzaban a coleccionar tesoros arqueológicos de la época del Imperio Romano. De esta guisa surgió algo así como el primer museo arqueológico de Córdoba , gracias a la labor de Pedro Leonardo Villaceballos . Era apodado «el Lapidario», por tantas lápidas y fragmentos marmóreos que llegó a reunir en su casa situada en el callejón de Villaceballos.

Imagen de los valiosos restos hallados en el subsuelo de lo que hoy es el Hospes Bailío V. M.

Fue aquella también la época de Ambrosio de Morales y su « Córdoba la Vieja », cometiendo el craso error de identificar Medina Azahara con el primitivo emplazamiento de Córdoba, quizá por la proximidad del viejo acueducto de Valdepuentes. De repente, la amada, recatada y celosa de sus secretos se ablandó y comenzó a revelarse. Era el año 1994 , momento en el que se descubre el teatro en un sitio tan castizo como la plazuela de Jerónimo Páez . ¡Era el más grande del Imperio, solo superado por el de Roma y con capacidad para 15.000 espectadores!

Es en aquel momento cuando Stilow aventura la posibilidad de la existencia de un anfiteatro en sus cercanías , fijándose -al igual que acontecía en la calle Diario de Córdoba- en la curiosa forma circular de la calle Cabezas, aunque aquello aún no ha quedado constatado .

Poco después, aquel anfiteatro , la arena de los gladiadores y las fieras , apareció en otro emplazamiento. Curiosamente resurge en los terrenos de la Facultad de Veterinaria , donde impartió clases durante años uno de los grandes amantes de Córdoba y su historia, don Rafael Castejón.

¿Cómo podría imaginar don Rafael que su amada iba a recompensarlo, primero descubriendo en los sótanos de su casa , hoy hotel Hospes Palacio del Bailío, los restos de una fabulosa casa o ‘domus' romana y después, como un homenaje a título póstumo, el mayor anfiteatro del mundo en el momento de su construcción? Con capacidad para 20.000 espectadores , solo superado años después por el coliseo , el anfiteatro se situaba en la orilla de la Vía Augusta a cuyo inicio, junto a la Puerta de Gallegos, asistimos también asombrados a la aparición de dos tumbas monumentales.

Ya solo faltaba topar con algo así como el Palatino de Roma , y finalmente apareció al soterrar las vías del AVE. Por desgracia, unas autoridades más que mediocres permitieron la destrucción de miles de metros del palacio del emperador Maximiano Hercúleo . Que Dios los perdone por tan inmisericorde «arqueocidio».

Pero quien mejor puede revelaros los secretos de aquella ciudad que fue durante siglos tan amada es la periodista Mar Rodríguez Vacas en su recién estrenada novela ‘El Olivo de los Claudio’ , un imprescindible para estas Navidades . Y quien sabe, ¡quizá os convirtáis también vosotros en sus nuevos amantes! Se opine lo que se opine, la realidad es que llegó tanta mujer a Al Ándalus que se produjo una devaluación en picado de la cotización de las «esclavas de lujo», entre ellas, las mujeres rubias tan apetecidas en la corte, las llamadas ‘sakalibas’. A su vez, su devaluación trajo consigo que los solteros prefirieran hacerse de aquellas ‘top models’ a precios bajos, como alternativa al casamiento.

Manuel Ramos es director de la Casa de las Cabezas

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