El Templo de Córdoba

Ignacio Camacho: «La Mezquita-Catedral de Córdoba está pensada de arriba hacia abajo, del cielo a la tierra»

El periodista clausura la segunda edición del ciclo con una conferencia sobre la significación del monumento

Ignacio Camacho, durante su conferencia en El Templo de Córdoba Valerio Merino
Luis Miranda

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A algo tan dífícil como explicar la significación de la Mezquita-Catedral de Córdoba, en su historia, en las huellas que le han dejado todos los que han intervenido en ella y en la tierra que sirvió de alimento, dedicó Ignacio Camacho , y con éxito, su conferencia en el ciclo El Templo de Córdoba , que este jueves se ofreció a través de internet. Lo hizo mediante una intervención en que se sumergió en profundidad en los valores arquitectónicos y culturales del monumento. Una muestra: «El conjunto del templo es un foco de espiritualidad que supera incluso la fe individual de cada visitante, o su ausencia, para constituirse en el fruto de una múltiple vocación religiosa en el que hombres de diferentes creencias plasman de forma sucesiva su visión trascendente».

El periodista y articulista de ABC cerró así el ciclo que organiza el periódico con la colaboración del Cabildo Catedral de Córdoba y el Real Círculo de la Amistad . Camacho comenzó recordando la pregunta que hizo al académico Miguel de Oriol , «uno de los talentos más brillantes de la moderna arquitectura española», sobre cuál era, a su juicio, el mejor edificio de Europa. Eligió la Mezquita-Catedral de Córdoba. Su respuesta era razonada: el juego de luz y sombra, la síntesis latina y oriental, la continuidad a lo largo de dos siglos y «la intuición prodigiosa que adelanta los principios constructivos de las catedrales góticas ».

«La Mezquita sigue hoy en pie porque la Iglesia la sacralizó y respetó su condición de lugar santo»

Camacho relató que al pasar bajo la puerta de las Palmas «el visitante siente sobre su cabeza un espíritu de inspiración sacral que parece brotar del fondo de los siglos». Se visualiza la trascendencia, y no es una percepción esotérica, sino teologal , que es la que inspira al hombre a construir templos e iglesias. Ya la Mezquita musulmana está pensada, argumentó el periodista, «de arriba hacia abajo y del cielo a la tierra », y el que haya columnas empotradas en el suelo demuestra que la línea que importaba «era la de la altura y no la del suelo». «La medida de su concepción armónica es el entablamento, con su poder simbólico como evocación física del orden del firmamento», concluyó el conferenciante.

Ignacio Camacho recordó cómo Abderramán I llegó a Córdoba medio siglo después de la invasión islámica y conoció una ciudad «que se había mimetizado con los conquistadores », pero que se había consolidado como «mestiza, laberíntica, apelmazada, donde se yuxtaponen bajo el mando bereber y la dominante fe islámica diversos credos, lenguas y razas».

El periodista afirmó que la Córdoba del emirato y del califato desarrolló «un rasgo de superioridad étnica y cultural » sobre el resto del mundo musulmán, y eso por haber absorbido la civilización visigoda y sobre todo la romana. Insistió en no querer detenerse en el debate de la titularidad , que para él es de la Iglesia, y sí que se mostró interesado en la «propiedad espiritual, la intangible, que desde el principio es la misma: pertenece, como lugar sagrado, a Dios, al Dios del Libro al que han rezado sus sucesivos pobladores; como lugar de oración y tránsito, a su comunidad de fieles; y como depósito de un legado cultural, a la comunidad planetaria que designamos con el nombre de Humanidad».

La coordinadora del ciclo, Gloria Lora, en la presentación del conferenciante Valerio Merino

Ignacio Camacho recordó que, igual que el Alcázar de Sevilla y la Alhambra de Granada están en pie por el uso, también la Mezquita-Catedral se ha mantenido por el culto cristiano y por el hecho de que la Iglesia lo consagrase y «respetase así su condición de lugar santo ». Se pagó un precio que fue la construcción del crucero. Puede juzgarse de «poco respetuoso», pero también recordó que no hay que juzgar con el criterio de este tiempo y ensalzó el trabajo que hizo Hernán Ruiz el Viejo como «expresión luminosa del Renacimiento».

Eso sí, permitió conservar el templo y darle vida: «No es reproche lo que Córdoba, España y la Humanidad le deben a la Iglesia por ello, sino agradecimiento por haber preservado uno de los edificios más singulares del planeta» de los estragos del abandono. El ejemplo contrario era Medina Azahara , que sí quedó olvidada. Sí cargó con dureza contra la pretensión de hacer un espacio ecuménico, el ahora casi olvidado rezo compartido, que puede ser un ideal teórico hermoso pero «está fuera de cualquier cálculo pragmático ».

«El visitante no debe ver un prodigio de piedra, sino un relato que lo sitúe en un itinerario cultural y moral»

Continuó resaltando que la huella latina presente en el monumento no sólo está en columnas, capiteles y teselas, sino en «un poso cultural que hunde sus raíces en la herencia filosófica de Lucano o de Séneca ». Lo que llamó el «aire de Roma andalusí » estaba ahí. «Cualquier enseñanza que la Mezquita islámica transparente nos llevará a una base occidental, latina o visigoda . Una relación de ida y vuelta que, como observa Moneo, hace que la bóveda nervada del gótico francés aparezca esbozada más de un siglo antes en la precisión geométrica y la arquitectura tridimensional de los anónimos constructores cordobeses», aseguró Ignacio Camacho.

La mezcla de culturas es constante, y si Alhakén II trajo a artesanos de Bizancio para la decoración del mihrab, Alfonso X confió en los mudéjares la capilla real. Oriente pudo dar algo de refinamiento, pero las raíces se asientan en el pensamiento de los antiguos ocupantes. Retomó la hipótesis que lanzó el arquitecto Gabriel Ruiz Cabrero en el mismo ciclo El Templo de Córdoba: que la basílica de San Vicente no esté debajo, sino dentro, como base de su estructura , y la elogió: «Si no es cierto merecería serlo porque esa conjetura sintetiza mejor que ningún otro ejemplo el cruce de civilizaciones que en cualquier caso la Historia acabó produciendo». De ese sustrato cultural creó Abderramán I una identidad propia .

«La Mezquita omeya aprovecha la herencia cultural romana, la de Lucano y Séneca»

Avanzó su pensamiento sobre el monumento, un « organismo vivo » que se tiene que disociar en muchas funciones: la litúrgica, la educativa y la de investigación. Eso le da una «descomunal potencia para explicar una parte crucial de la historia de Europa». El periodista habló del turismo, que tiene efecto de «t ematización superficial y trivializa» la idea de un entorno espiritual reservado. Eso sí, también abre el templo a una diversidad de experiencias que transmiten a todo el mundo la percepción del mensaje sin distingur raza, credo ni cultura.

Visitarla no es contemplar «un prodigio de piedra», sino «un encuentro sentimental y un relato que, debidamente narrado y contextualizado, civiliza al visitante y lo sitúa en un i tinerario cultural y moral » con las huellas de emires omeyas y reyes castellanos.

Pidió para ella un proceso de « reculturación », que tiene que proyectarlo como «un elemento de significación» y no como un decorado. Es decir, debe tener «un semiótica actual », y es algo común a todas las ciudades históricas. Lo resumió en que cuando cualquier persona de cualquier lugar pueda recibir «el mensaje esencial que la inspiró», y es que todo su esplendor representa un misterio de trascendencia en que el hombre, «aunque llegue a sentirse pequeño», es siempre el «eje sobre el que gira el milagro creador simbolizado en el prodigio irrepetible de la perspectiva ».

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