CULTURA
La huella de los pintores de Córdoba en el Museo del Prado
Bartolomé Bermejo, Antonio del Castillo y Julio Romero de Torres encabezan por su calidad una lista que completan Juan de Alfaro, Garnelo, Inurria o Romero Barrios
El Museo del Prado está de cumpleaños. Concretamente, 200. Dos siglos que se cumplieron el pasado martes. Fruto de su larga historia es su actual colección, parte de ella expuesta en el Museo, con cuadros emblemáticos y por todos conocidos de Velázquez, Goya, El Greco, Rubens o El Bosco, y parte repartida por diversas instituciones de España en lo que se conoce como el Prado Disperso. En estos fondos hay rastros por supuesto de la pintura cordobesa y son varios los artistas que ahí aparecen, situados por ello en la Champions League de la pintura. Aunque limitada, la selección que el Prado guarda de creadores de la provincia o muy ligados a ella permite hacer un recorrido por los mejores artistas plásticos que dio esta tierra en su historia.
El más antiguo de los artistas cordobeses que aparecen es Bartolomé Bermejo , nacido en Córdoba en 1440 pero que desarrolló su actividad en la Corona de Aragón . Está considerado uno de los grandes maestros del arte primitivo peninsular, algo que demostró el Museo del Prado en la gran antológica que organizó de este artista en octubre de 2018 en colaboración con el Museo de Arte de Cataluña, que es el que tiene la mayor parte de su legado. En el catálogo del Prado hay dos obras significativas de este pintor pionero, al que Córdoba recuerda con una callejita a las espaldas de la parroquia de San Andrés . Se trata de dos pinturas de temática religiosa y que retratan dos momentos de la vida de Santo Domingo de Silos: la acogida que le dispensó Fernando I y su entronización como obispo.
También nacidos en el siglo XV y renacentistas son otros dos creadores vinculados a Córdoba y con presencia en el Prado: Alejo Fernández (1475-1515) , pintor de origen alemán, y Pedro Romana (1460-1529), del que se conserva en la pinacoteca su Conversión de Catalina de Siena .
Edad de oro
Aparte de Bermejo, en el Prado, se dejan notar las dos grandes épocas de la pintura cordobesa. A la primera la podríamos llamar la edad de oro, pues coincide a su vez con la fase barroca del Siglo de Oro español. De ella procede otro gigante de la cultura cordobesa, el pintor Antonio del Castillo (1616-1668), del que esta pinacoteca cuenta con una veintena de obras. Destaca una serie dedicada a la vida de San José . El Prado, en las biografías de los artistas de su colección, vincula a Del Castillo con Zurbarán al tiempo que subraya su amor por el dibujo, del que han quedado numerosos testimonios, o su pericia en los paisajes. «Sus obras son directas y verdaderamente singulares», explican.
Coetáneos al maestro Del Castillo son otros dos pintores cordobeses con presencia en el Prado: Juan de Alfaro (1643-1680) y Antonio Acisclo Palomino (1655- 1726). El primero era un artista de linaje, pues perteneció a la célebre familia de médicos y poetas Vaca de Alfaro. Se formó en Córdoba de la mano del propio Del Castillo, aunque luego se fue a Madrid para convertirse en discípulo del gran maestro Diego Velázquez, del que llegó a escribir una biografía que hoy no se conserva. Fue pintor de temática religiosa y dejó también varios retratos de obispos de gran interés. El Prado guarda de él una sola obra, una Asunción de la Virgen de 1688.
En cuanto a Palomino, sus orígenes están en el estudio cordobés de Juan Valdés Leal, con el que se formó, aunque, ayudado por su paisano Juan de Alfaro, se marchó también a Madrid para entrar en el círculo del pintor asturiano Carreño de Miranda y del madrileño Claudio Coello . Destacó Palomino no sólo como pintor sino también como tratadista de arte. De su labor plástica queda constancia en el Museo del Prado con varias obras, entre las que destacan la delicadeza de un San Juan Bautista niño , la obra titulada «El sueño de San José» o una Inmaculada Concepción. A Alfaro y Palomino se podría añadir por último el ya citado Juan Valdés Leal (1622-1690), que, aunque Enrique Romero de Torres confirmase hace un siglo que no era cordobés sino sevillano, sí que residió y trabajó en la ciudad, con estudio en la calle de la Feria. El Museo del Prado conserva de este pintor una quincena de obras.
La edad de plata
La etapa dorada del arte cordobés la complementa en la colección una buena representación de la edad de plata, que se puede circunscribir a los años que van de 1868 a 1936. Los cuadros de esta época proceden en su mayoría de las Exposiciones Nacionales que tan importantes eran en esos años y cuyos ganadores pasaban a formar parte del patrimonio del Estado. Estas obras pertenecen hoy al Prado, aunque muchas están cedidas al vecino Reina Sofía o a pinacotecas cordobesas como el Museo Julio Romero de Torres en Córdoba o el Museo Garnelo de Montilla.Precisamente ellos dos, Julio Romero de Torres (1874-1930) y José Garnelo (1886-1944), uno nacido en la capital cordobesa y el otro nacido en Valencia pero criado en Montilla desde los dos años, son las figuras cimeras de este periodo y el Prado tiene en propiedad obras suyas como «Las aceituneras», «Musa gitana» o «Mira qué bonita era», de Julio Romero. Posee también «La muerte de Lucano» de Garnelo, lienzo historicista que este pintor y profesor, subdirector en su día del propio Museo del Prado, pintó con apenas 20 años y que ha sido restaurado recientemente por el Museo y el Consistorio montillano. La presencia de cordobeses de esta época en los fondos Prado se complementa con Rafael Romero Barros (1833-1895) y Enrique Romero de Torres (1876-1976), padre y hermano de Julio, y por otros pintores de la escuela cordobesa como Tomás Muñoz Lucena (1860-1943) -del que la pinacoteca tiene su formidable «El cadáver de Álvarez de Castro»- o Rafael García Guijo (1881-1969), magnífico retratista que está presente por la medalla de honor que ganó en 1901 por «Esperando en la consulta». Tampoco se olvida el Prado por último del escultor Mateo Inurria (1869-1924), del que posee una escayola muy expresiva del filósofo Lucio Anneo Séneca.Todos ellos conforman el parnaso cordobés en los fondos del Prado, la primera división de nuestros artistas -sin contar a los nacidos en el siglo XX, que quedan fuera del radio de acción de esta descomunal pinacoteca-, los que han logrado colarse en una de las principales pinacotecas del mundo.
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