CRÓNICA NEGRA DE CÓRDOBA
La huella de los bandoleros cordobeses
ABC repasa la trayectoria de varios de estos bandidos que actuaban en las sierras andaluzas
![Estos salteadores abordaban a los viajeros en los caminos](https://s1.abcstatics.com/media/andalucia/2015/11/06/s/bandoleros-cordoba-personajes--620x349.jpg)
Eran el terror de los caminos andaluces. Los bandoleros , convertidos, a veces, en héroes populares , surcaban las esquinadas sierras andaluzas para atracar a viajeros , una de sus actividades más frecuentes. La «Crónica negra de la historia de Córdoba. Antología del crimen» , del exmagistrado de la Audiencia Provincial de Córdoba Antonio Puebla Povedano y el comadante de artillería en la reserva José Cruz Gutiérrez, recoge las «hazañas» de estos salteadores, algunos de los cuales lograron una gran fama.
José María «El Tempranillo»
Convertido en hijo ilustre de Jauja, su localidad natal, fue bautizado con el nombre de José Pelagio Hinojosa Cobacho el 21 de junio de 1805. Se inició muy jovene en el bandolerismo y muy pronto se hizo famoso, creando una partida controladora de todos los caminos de la Sierra, campiña y poblaciones aleñadas , sobre todo, las de los montes de la Penibética.
«Parece una verdad histórica que [...] una de sus mayores fuentes de ingresos fue la extorsión, desvalijando a los viajeros . Luego, y ya con un sistema más refinado, exigía fuertes sumas de dinero para garantizar el tránsito por esos caminos que controlaba de forma absoluta, atribuyéndosele la famosa frase de que «en España manará el Rey, pero en la sierra mando yo» , recoge el libro.
Ante la imposibilidad de reducir al bandolero, Fernando VII se vio obligado a concederle el indulto . Tanto José María como el resto de su partida se acogió a esta gracia real y y se dedicó a luchar contra los pocos badoleros que aún restaban. Murió a los pocos meses, fusilado a manos de otro delincuente, apodado «El Barberillo», en la localidad malagueña de Alameda.
El bandido Pacheco
Era natural de Écija, pero pronto se afincó en la capital cordobesa, donde gozó de una gran fama de bandido y de hampón. A partir de ahí comenzó su progresión delictiva en la que nunca llegó a ser un famoso bandolero . Su campo de operaciones era, normalmente, la ciudad y algún que otro movimiento en lo rural.
Su nombre ha pasado a los anales de la historia por su pintoresco final. Corría septiembre de 1868. El Pronunciamiento liberal tuvo lugar el día 20 y se preparaba la inevitable y no menos famosa batalla de Lepanto .
«El día 21, a primeras horas de la mañana, la ciudad se despertó con el sonido de tambores, trompetas y toda la baranga del Batallón de Cazadores de Simancas que, al mando del general Caballero de Rodas, hacía su entrada en Córdoba», apunta el libro. Pero cuando la algarabía se fue apagando, una turba de gente se agrupaba detrás de Pacheco, que lanzaba proclamas por la República.
Esta manifestación se detuvo en la plaza de la Trinidad, frente al palacio del Duque de Hornachuelos , responsable político de la provincia. Pacheco se bajó de su caballo y le entregó a los criados del duque un escrito en el que le solicitaba el indulto a cambio de pelear en la batalla con sus gentes.
El general ordenó que citaran a Pacheco al día siguiente. Así lo hizo, convencido ya del indulto, pero, por contra, se encontró con la muerte , ya que el general había dado órdenes para que se abatiese al bandolero.
Los tres de Fuente Tójar
En la localidad de Fuente Tójar, a mediados del siglo XIX, nacieron tres bandoleros cordobeses tristemente famosos: «Reverte», «Reveca» y «Pepino Chico» . El primero de ello se llamaba Antonio Matas Hidalgo y comenzó sus fechorías siendo muy joven al atracar a un familiar en el camino de Antequera, al que dejó malherido.
Tras pasar por prisión, fue amnistiado por el Gobierno de la II República y regresó a su pueblo, donde mató a su mujer de un disparo después de que ésta lo rechazara. Fue a parar de nuevo tras los barrotes y las crónicas cuentan que murió en los primeros años de la década de los cuarenta.
El segundo de la baraja tojeña era Francisco Sánchez Mérida, «Reveca» , nacido en 1879. Al igual que el anterior, proporcionó mucho trabajo a los juzgados, ya que dio con sus huesos en la cárcel en repetidas ocasiones . Un buen día, su cadáver apareció flotando sobre las aguas del muelle de Málaga , ciudad a la que se había desplazado para cobrar una deuda.
El último de esta terna fue Pedro Ceballos González, «Pepino Chico» , que nació en 1883. Comenzó a delinquir a finales del siglo XIX y su campo de acción fue muy dilatado, «ya que lo mismo se le vaía por los montes de Granada que a caballo por la serranía de la Subbética, saqueando alguna casa en Priego, Rute o Cabra», recoge el libro de Gutiérrez y Povedano. Su vida delictiva duró poco, cinco años . Fue detenido en Fuente Tójar cuando acudió a casa de sus padres.