Rafael Aguilar - El norte del sur

A hombros con ese decano

Usó sólo la razón y la palabra contra los boicoteadores del acto taurino en Filosofía y Letras: le bastaron para convencerlos

LOS ánimos andaban como para que se montara un dos de mayo. El salón de actos de la Facultad de Filosofía y Letras estaba tomado, literalmente, por un grupo de jóvenes con ademanes de la kale borroka pero en versión antitaurina. Eran veinte o treinta. Camisetas negras con toros estampados que sangraban mucho, que un poco más y me salpican. Pañuelos que a alguno de los alborotadores le tapaba la cara, en plan protesta cívica y de gente de bien, educada, que simplemente expone su punto de vista. Gestos airados, de listos de patio de colegio, y arrogancia, justo ésa que gasta el que se encuentra convencido de que posee la razón absoluta y de que por ello tiene derecho a hacer lo que le salga de la punta del anillo que lleva engarzado en el labio. Por ejemplo.

«Aquí no vais a dar ninguna conferencia. Os pongáis como os pongáis», bramaba bravucón uno de los ciudadanos, o de los sujetos, que trató de reventar una charla sobre la tauromaquia este jueves. Da más miedo un tipo de éstos que entra violentón a una sede universitaria que un torero cuadrando al morlaco con el estoque en la diestra. Y allí estaban ellos, tan encantados de haberse conocido y de haberse encumbrado así en un ratito hasta el top de los «trending topics» de las redes sociales de la villa. Lo que les mola a los cavernícolas es plantarse con sus voces y con sus amenazas en el lugar sagrado de la razón y de la difusión del conocimiento. En una plaza de toros, que lo sepan, el público atiende a los tiempos, guarda silencio cuando hay que guardarlo y aplaude cuando hay que aplaudir. El respetable le dicen. Que viene de respeto.

A la muchachada de la algarada hay que agradecerle, con todo, que con su desafío o con su numerito haya conseguido recordarle a la sociedad qué es la universidad, para qué sirve y por qué es tan necesaria. Los antisistema que retrasaron dos horas el comienzo de la mesa redonda sobre la lidia buscaban un titular pero lo suyo se quedó en la anécdota, en la rabieta infantil: los momentos sobresalientes del episodio los personalizó el decano de Filosofía y Letras, Eulalio Fernández. El vídeo de su larga y paciente intervención ante los envalentonados enemigos de los toros, si es que existe, merecería su difusión a través de los canales que la Universidad de Córdoba tenga a su disposición. Más de media hora estuvo el hombre bregando con el grupo peleón y no perdió la compostura ni durante un segundo. Y a fe que hubo más de una vez en que pareció que aquello iba a acabar a mamporrazos. Cualquier otro hubiera llamado a la Policía Nacional a las primeras de cambio y resuelto el embrollo como un problema de orden público y punto. Él no: usó sólo la palabra. Usó sólo la razón. Primero desde el estrado. Después a pie del patio de butacas y cara a cara con los boicoteadores del acto. Quizás no les convenció de que estaban equivocados. Pero se callaron. Pero se fueron. La Universidad tendría que sentirse orgullosa.

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