Patrimonio
Historia y leyenda de la Cuesta del Bailío de Córdoba, un rincón con aroma
Este espacio histórico, en el que se acometerán en breve obras de mejora, hunde su origen en la Corduba romana y su historia va ligada a Fernando III
CAE el sol inclemente las mediodías de verano sobre la Cuesta del Bailío de Córdoba , que pocos se atreven a subir en plena canícula. Tan hermoso rincón patrimonial mantiene así su silencio habitual, que sólo en primavera, al son solemne de la Semana Santa o al festivo de las Cruces , parece romperse. No hay duda sin embargo, aunque ahora los turistas no lo transiten por allí, de que es uno de los espacios de la ciudad más apreciados fuera de los consabidos atractivos aledaños a la Mezquita y a la Judería . Su escalinata de chinos y su fuente, con la fachada de la casa solariega al fondo vista desde Alfaros , son un imagen de postal podría pensarse que eterna, aunque en realidad no lleva tanto siendo así, que es como la conocen los cordobeses de hoy. También en el futuro inminente cambiará aunque sea levemente, pues el Ayuntamiento va a emprender obras de reforma en la zona, que han sido autorizadas esta misma semana por la Comisión de Patrimonio de la Junta de Andalucía . A ello se suma que los aledaños de la Cuesta y del Palacio continúan modernizándose, proceso que prosigue en breve con el edificio decimonónico de Carbonell y Moránd , 24, que se convertirá en hotel.
El origen de este enclave urbano se pierde sin embargo en los orígenes de la propia historia de la ciudad, pues está unido a la muralla romana que recorría lo que es hoy la calle Alfaros. Testimonio de esos tiempos queda en la espectacular vivienda romana o «domus» cuyos restos se pueden visitar en el Hotel Hospes, la cual se observa a través de los paneles de cristales que se colocaron en el suelo de su patio principal. Se conservan parte de los frescos y de los mosaicos de esta casa que en su época de esplendor estuvo muy cercana al decúmano máximo de la Corduba romana y a apenas unos minutos a pie del primer foro de la Colonia Patricia . Siglos más tarde, en el periodo andalusí, se abrió aquí la puerta sobre la Muralla que habría de conectar la ciudad intramuros —la medina— con la Axerquía. Dicho arco, como tantos otros que hubo en la ciudad, acabaría cayendo bajo la piqueta en el siglo XVIII, aunque durante mucho tiempo permitió que este enclave se conociese como el Portillo de Corbacho .
El nombre tan característico de «bailío», que es el que hoy se conserva, procede del siglo XVI, cuando un acaudalado funcionario real, Pedro Núñez de la Herrera , gran bailío de Lora de la Orden de San Juan, residió en ella. Con tal nombre de bailíos se conocía desde el siglo XIII a las personas que ejercían de cobradores de impuestos o de autoridad jurídica para el Rey, lo que significa que eran hombres de gran prestigio y envidiada posición. La casa solariega original, que procede del reparto que hizo Fernando III «El Santo» tras la toma de Córdoba y que fue propiedad durante sus primeros siglos de la familia Fernández de Córdoba , disponía en sus inicios del edificio actual que ocupa la Biblioteca Viva Al Andalus , del espacio que es hoy el Hotel Hospes y del terreno que ocupa la iglesia de San Jacinto. Destaca de todo el inmueble, que fue declarado BIC en 1982, su fachada tardogótica, atribuida a Hernán Ruiz El Viejo , el primero de una de las sagas más renombradas de la arquitectura andaluza del Siglo de Oro, aunque algunos autores se lo asignan a su hijo, conocido como Hernán Ruiz II o El Mozo.
La partición de esta casa señorial comenzó en el siglo XVIII, cuando pasó a propiedad de los Marqueses de la Almunia por vía de una herencia. Ellos fueron los que alcanzaron un acuerdo en 1710 con el Obispado de Córdoba , que tras hacerse con los terrenos traseros de la casa construyó allí el Hospital de San Jacinto y la capilla donde se venera a la Virgen de los Dolores, una obra del imaginero cordobés Juan Prieto de finales de esa misma década. En la misma Cuesta del Bailío , en la trasera de San Jacinto, existe desde 1924 un retablo cerámico realizado por el pintor sevillano afincado en Córdoba Jaime Rodríguez Rittón , el cual evoca a la imagen mariana y ante el que la leyenda cuenta que rezaba el torero Manuel Rodríguez «Manolete», gran devoto de la Señora de Córdoba.
El paso definitivo para fijar la imagen de esta zona llegó por último por durante el franquismo , en 1943 , y con una cuidada reforma urbanística diseñada por el arquitecto municipal de la época, Víctor Escribano Ucelay. Él planteó una fuente de granito negro en mitad de lo que era la vieja cuesta aprovechando un caño que existía con anterioridad y también las hoy características escalinatas, que tienen forma de «y» griega alrededor del venero. Eligió Escribano el chino cordobés como superficie de la escalera y unido todo eso a las tapias encaladas le dio al espacio un encanto que aún hoy conserva y que raro parece que alguien se atreva a cambiar sustancialmente, al menos en un futuro próximo. Ya hubo obras en 1996 de mejora de la zona. Se intervino entonces en la fachada de la casa señorial, que quedó tal como hoy se conoce tras eliminar unas palmeras que tapaban la vista del inmueble.
El Bailío, como casi todos los enclaves de intensa cordobesía, es centro también de leyendas, que han ido pasando de generación en generación hasta llegar a nuestros días. Se cuenta por ejemplo que si un viandante sube solo la escalera de noche puede encontrarse el espíritu de una mujer despechada que ahogó a su bebé en la fuente y luego murió ella misma al caer por la cuesta espantada por lo que había hecho. Historia muy oscura, con su punto gótico y siniestro, que contrasta con la belleza de un rincón que más que trágicos barruntos lo que transmite es la luminosidad sosegada de la Córdoba vieja, la del silencio, la buganvilla y las fuentes. La que hunde sus raíces en la Corduba romana, pasa por Al Andalus y llega hasta nuestros días.