Pasar el rato
El hermano García
Con un enemigo como él, la Iglesia católica cordobesa pierde prestigio
Al señor García no le gusta la Iglesia católica. Dios debería reflexionar. Uno de los más destacados representantes del pensamiento mínimo en Córdoba, el concejal comunista Pedro García , ha dedicado recientemente su inteligencia a la «minoría extranjera» propietaria de la Mezquita-Catedral . Los tribunales españoles han decidido que debe reponerse la celosía de la segunda puerta del más característico templo cordobés, que el Cabildo quitó para que pudieran entrar los pasos de Semana Santa . El Cabildo actuaba con autorización de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y de la Gerencia Municipal de Urbanismo de Córdoba , que en aquel tiempo presidía el riguroso concejal . Para García, la pureza de su consentimiento estuvo viciada por la imposición de un «aparataje administrativo» superior, al que no le fue posible resistirse. Uno, que viene del Derecho Canónico y ha aprendido a desconfiar del clero, sospecha que García pudo ser torturado por un diácono con la lectura de poemas de San Juan de la Cruz, que no entendía; y que una catequista furibunda amenazó a su familia con obligarla a asistir por la fuerza a la misa dominical , sermón de veinte minutos incluido. Eso formaría parte de lo que él mismo, con su legendario dominio de la lengua española, llama «un complot absoluto con el Cabildo y con los que querían retirar la celosía». Era demasiado para un simple comunista, y tuvo que ceder. Pero con protestas, que forman ya parte de la memoria democrática de Córdoba.
En el joven García habita un arraigado instinto sin refinar, que lo lleva a decir tonterías sobre la Iglesia católica del modo más desagradable posible. Se puede confiar en su incapacidad retórica, nunca defrauda. Con un enemigo como él, la Iglesia católica cordobesa pierde prestigio. Aunque, sin que él comprenda los motivos, ella lo desaira al no considerarlo un enemigo, sino un hermano. El hermano García . Algunas cosas se explican mejor por la torpeza que por la malicia. Sostiene el viejo Chesterton que las personas que toman las cosas en serio no persiguen a nadie. «Las creencias religiosas y filosóficas son, en realidad, tan peligrosas como el fuego, y nada puede quitarles esa belleza del peligro. Pero hay una sola manera de guardarnos realmente del excesivo peligro que entrañan, y es estar impregnado de filosofía y empapado de religión». Bielinsky, el crítico literario ruso que descubrió al gran Turguéniev, le dijo al célebre novelista y dramaturgo, después de seis horas de discusión: «¡Cómo! ¡Todavía no sabemos si Dios existe y usted quiere ir a cenar!». La Iglesia católica sabe, o debería saber, que el problema religioso de nuestro tiempo no es exactamente ella, sino la construcción de sociedades sin religión. Que la religión desaparezca de la vida de los hombres. Según mi memoria histórica, el filósofo José Luis López Aranguren pronosticó que la Iglesia católica estaba en camino de reducirse a una institución burocrática. Si eso es así, si ella da facilidades, lo mejor será que nos vayamos todos a cenar.
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