Jesús Cabrera - El molino de los ciegos

De herencias y zascas

Tras la desgracia de un fallecimiento, la familia se enfrenta a la voracidad recaudatoria de la Junta

Si los debates políticos suelen crear hastío en la sociedad cuando entran en un callejón sin salida, éste que se dirime en estos días sobre la reforma del Impuesto de Sucesiones y Donaciones en Andalucía que ha esbozado el PSOE ante la presión firme del PP y tibia de Ciudadanos, sí ha calado en quienes han hecho unas cuentas muy simples de hacer y han visto que ellos están también altamente perjudicados por la normativa existente en nuestra comunidad autónoma y que es de las más gravosas de España. El problema de base de esta cuestión, aparta del injustificable agravio, es para quienes se dejan llevar de las etiquetas y se creen a pies juntillas que cuando el Gobierno andaluz habla de los ricos esto no va precisamente con ellos, y desconocen que se encuentran inmersos hasta las cejas en este grupo.

Desgraciadamente, el crudo choque con la realidad llega cuando tras la desgracia de un fallecimiento la familia se enfrenta a la voracidad recaudatoria de la Junta. Ellos, que nunca se veían como los señores obesos, con chistera y puro, con los que desde la crisis de 1929 se representa a la clase opulenta, descubren con tanta sorpresa como dolor que son unos más de ellos y que tienen que pasar por caja y desembolsar unas cantidades que pueden ser inasumibles por recibir unos bienes que superan los 175.000 euros, lo que supone tributar otra vez por un bien que ya ha cumplido disciplinadamente con sus obligaciones fiscales. ¿Lo entienden? Yo no.

Un poner: Basta consultar cualquier portal inmobiliario en internet para comprobar, por ejemplo, que la mayoría de las casas de Cañero que están actualmente a la venta superan los 175.000 euros, por ejemplo. ¿Es Cañero un barrio de ricos? Que no respiren tranquilos quienes tienen la vivienda familiar por debajo de este precio, porque obligatoriamente hay que añadirle, entre otros bienes, algo tan cordobés como el pisito de la playa o la parcela por la parte de La Barquera, en cuyo caso se sobrepasaría la cifra de marras y dicha familia pasaría a engrosar el grupo de las chisteras y los puros, para los hombres, y los abrigos de astracán y las perlas para las mujeres, para no abandonar el tópico, aunque se acostumbre al chándal y al forro polar en cualquier momento y situación.

En la Junta de Andalucía se han dado cuenta de que cada vez hay más personas que hacen estas cuentas tan simples y que muchas de ellas son votantes suyos a los que se les ponen los pelos de punta al ver el resultado y han decidido reaccionar. La Consejería de Hacienda, a través de la Agencia Tributaria de Andalucía, hacía públicos hace unos días unos datos para apaciguar a la población. El titular era tan rotundo y cierto como incompleto. Decía que sólo el diez por ciento de los cordobeses que habían heredado en Córdoba en 2015 habían tributado por ello.

Pero poco, muy poco, le duró al Gobierno andaluz este lenitivo para apaciguar a quienes ven con estupor que el PSOE de Andalucía no trata a las personas con el mismo rasero que en el resto de España. En pocas horas, una voz tan autorizada como la del Consejo General del Notariado ofrecía el complemento que faltaba intencionadamente a los datos de la Junta y que eran los datos de las herencias a las que se había renunciado. En concreto, en los nueve primeros meses de 2015 (el ejercicio está sin cerrar) el número de renuncias en Andalucía creció un 236 por ciento, nada menos. Vale, que alguien puede achacarlo a las deudas del difunto, a la crisis o a mil razones más, pero para que no haya dudas, los notarios establecen en Andalucía una relación directa entre la renuncia y el impuesto. Zasca.

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