Testimonios

Hablan los okupas del Brillante de Córdoba: «Si me dan una VPO me voy, no quiero lujos»

Una matrimonio con tres menores asalta un chalé con piscina y se empadronan en la finca

Enrique David gesticula a la puerta de la casa que ha ocupado con su familia en Sansueña Valerio Merino
Rafa Verdú

Rafa Verdú

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Sara y Enrique David, un matrimonio de 30 y 44 años en paro y con tres niños menores de edad, realizaron una okupación de manual. Lo cuentan ellos mismos en conversación con ABC, llevando por delante un enorme fajo de documentos y contratos que consideran que justifican su acción. Forzaron la puerta de la vivienda en la noche del pasado 8 de julio y, unos días después, se empadronaron en esa misma finca. El siguiente paso fue contratar los servicios básicos: la luz con Endesa y el agua con Emacsa . Hasta sus dos perros y un gato, que se asoman curiosos y mansos a la puerta, «tienen más papeles que yo», dice Sara. Y pagan sus recibos, aseguran. «No estamos enganchados a nada» , refieren con segundas.

La historia de esta familia cordobesa también es de libro. Tiene que ver con la marginalidad y la falta de recursos , que ahora conviven con la opulencia. Sara asegura que sufrió maltrato de su anterior marido y que lleva una década llamando a todas las puertas de las administraciones para conseguir una vivienda social. Nadie le ha respondido aún, «y yo a la calle no me voy con mis hijos. Por necesidad estamos aquí».

«Aquí» es un casoplón de unos 270 metros de planta con dos pisos -según una medición en Google Maps-, piscina -en funcionamiento-, parcela de 1.500 metros y un jardín en el que asoman dos enormes pinos. ¿Por qué okuparon un chalé que está fuera del alcance de cualquier cordobés incluso de clase media-alta? Según Sara, es lo que le ofrecieron «unos conocidos» a cambio de una cantidad que se niega a precisar. «Si me dan una VPO me voy de aquí, yo sólo quiero esto por mis hijos; no quiero lujos», afirma. También están dispuestos a pagar un alquiler social de 200-300 euros, indican.

Los vecinos de Sara y Enrique David aseguran que a la casa acuden a diario multitud de personas . Entre ellos, los padres de él, que viven en el Barrio Guadalquivir y que declaran que no tienen sitio en su piso para acogerlos a todos. El caso se agrava los fines de semana, cuando a partir del mediodía del viernes se llegan a concentrar hasta 30 personas con música a altas horas de la madrugada, según los residentes de la zona. Sara ofrece otra versión: quienes entran y salen son «personas que nos ayudan y vienen a darnos de comer; ninguno consumimos droga y aquí no se ha robado nada». Sí reconoce el problema de los ruidos, alegando que «si estoy con mis niños puedo poner música, pero a las 12 de la noche la corto y se acabó».

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