José Luque Velasco - Desde mi rincón

La grandeza de lo sencillo

Hoy Córdoba recibe el fruto de aquel esfuerzo y de aquella desinteresada labor del Hermano Bonifacio

Circunstancias de la vida han hecho que la semana pasada tuviera que aparcar el cuerpo en las instalaciones del Hospital San Juan de Dios de Córdoba. Confieso abiertamente que la experiencia que he tenido, aparte del susto que siempre se lleva uno cuando traspasa las puertas de un hospital, ha sido algo muy satisfactorio. Desde la llegada, la sonrisa y la amabilidad fueron norma de la casa. Profesionalidad y humanidad que en ningún momento dejé de percibir. He pensado mucho en el poco protagonismo que tienen las personas que componen el equipo sanitario de este Hospital, comparado con el que, a veces inmerecidamente, se les da a los políticos. En todos ellos, médicos, personal de enfermería y auxiliares he encontrado lo mejor del ser humano. Recordé aquella frase que nos recomienda cuidar de las cosas pequeñas, porque su ausencia o presencia puede cambiarlo todo. ¡Cuánta razón hay en ello! El valor de una sonrisa, un «esté tranquilo», «un apretón de manos» o un «si necesita algo estaré cerca» y muchos detalles más, pueden hacer que la confianza y seguridad se instalen donde antes había preocupación. Son muchas las cosas que quisiera resaltar de esta experiencia. La limpieza, el silencio, un ambiente que lleva al recogimiento y la sensación de encontrarse como en casa. Pero sin lugar a dudas es la humanidad y sencillez de las personas lo que más he admirado. Algo que en España deberíamos valorar en estos momentos tan confusos.

No puedo dejar de decir que este hospital tiene una connotación claramente religiosa. Recuerdo con admiración y agrado como en sus comienzos, el Hermano Bonifacio desterronaba toda la provincia pidiendo de manera mendicante, siempre sonriente y sin agobiar a nadie, para mantener un establecimiento que acogía a los más necesitados, al tiempo que procuraba su desarrollo. Hoy Córdoba recibe el fruto de aquel esfuerzo y de aquella desinteresada labor. Si he mencionado a todo el personal que atiende a los enfermos, no puedo dejar atrás a quienes conforman la Entidad Rectora del Hospital. La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, da ejemplo de cristianismo, ofreciendo a cuantos hacen uso de las instalaciones ayuda humana espiritual. Haciéndoles saber que si desean ser atendidos por un ministro no católico, sólo deben decirlo con total libertad para así complacer su demanda. Eso es respeto, democracia y amor. ¿No es un ejemplo para unos tiempos tan individualistas y extraños como los que estamos viviendo en España...?

Cuando determinados comportamientos sociales nos presentan la peor faceta del ser humano, es satisfactorio y de agradecer, saber que hay instituciones nacidas del seno de la Iglesia, así como las personas que en ellas se encuentran que nos permiten decir que hay razones para la esperanza.

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