V CENTENARIO
El Gran Capitán, un soldado para una nueva era
Gonzalo Fernández de Córdoba encarnó la excelencia en el campo de batalla y la lealtad a los Reyes
Hubo, como él, grandes generales en la historia de España, pero Gonzalo Fernández de Córdoba , que brilló en el campo de batalla como nadie en su época y no conoció la derrota también fue un hombre del Renacimiento, un hábil diplomático y un elegante cortesano , que se distinguió por una lealtad inquebrantable a los reyes. El 2 de diciembre de 1515, hace 500 años, murió en Granada el Gran Capitán.
El historiador Juan José Primo Jurado , que ha estudiado su figura y ha dirigido exposiciones sobre él, cuenta que Gonzalo Fernández de Córdoba ha trascendido a la historia por ser «innovador y victorioso» , como otros grandes generales de la historia de España, pero también por valores que encarnaron la época en la que vivió. Así, para empezar, fue «leal a los Reyes Católicos, a la nueva monarquía» que se había implantado en España, ahora convertida en un Estado donde los privilegios y poderes de los nobles se habían entregado en su mayoría a la monarquía. «Era de una generación que se identificó con los Reyes Católicos », recordó, mientras enumeró sus dotes de diplomático o su participación en las capitulaciones de Granada tras la conquista del que había sido reino nazarí.
Fidelidad a prueba
Esta lealtad no sólo la tuvieron los Reyes Católicos en la campaña de Granada o en Italia, sino también en aquellas condiciones en que Gonzalo Fernández de Córdoba no recibió de la Corona el trato que merecía. José Calvo Poyato -historiador, escritor y articulista de ABC- insiste precisamente en lo sucedido en la última década de su vida. En 1503 había muerto la Reina Isabel, su gran valedora , y Fernando recelaba de él. De virrey de Nápoles, un puesto de suma importancia en la Administración de su época, pasó a alcaide de Loja , a estar al frente de una pequeña ciudad en el Reino de Granada. Para él era un destierro, pero acató la «prueba de fidelidad que el Rey en principio no le correspondió». Incluso en 1506 le envió una carta en la que quedaba constancia de su fidelidad al monarca , que se había retirado a Aragón porque su yerno, Felipe El Hermoso, había conseguido que dejase la Regencia de Castilla. En la misiva le decía: «Si a Vuestra Alteza sólo le quedara un caballo , yo lo montaría para seguir defendiéndolo».
José Luis Corral , catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, se fija también sus cualidades como político y señala que cuando fue virrey de Nápoles se atrevió a desobedecer una orden de los Reyes: la de expulsar a los judíos también de Nápoles, que entonces pertenecía a la Corona de Aragón, porque pensaba que podía ser perjudicial. Nada demasiado extraño en un hombre cultivado que, como recuerda Primo Jurado, había leído a Erasmo y Maquiavelo , entre otros de los grandes autores de su tiempo. Es más, en aquel momento dictó entre sus hombres una normativa muy avanzada: impidió que v iolasen a las mujeres que vivían en las ciudades que tomasen . «porque estableció castigos para quien incurriese este tipo de abusos».
Prohibió a sus soldados abusar de las mujeres en las ciudades conquistadas
En lo militar, fue un innovador, un estratega que destacaba por adaptar su ejército y su forma de actuar a los elementos , al lugar en que debía librar batalla y a los enemigos. Según José Luis Corral, «fue también un líder, porque sus soldados siempre estuvieron con él al 100% », y también él dio ejemplo compartiendo su rancho y sus penalidades en las difíciles campañas. Primo Jurado recuerda cómo en muchas etapas de la historia se le reconoció: «En la monarquía de Alfonso XIII, en que se inauguró el monumento de Las Tendillas y con Franco, pero también en la II República, que puso su retrato en el billete de cien pesetas ».