Perdonen las molestias
Gente cateta
A Bodegas le faltan unas lecturas. Por ejemplo, Unamuno. O Marcos Santiago, que aquí nos dio una lección de diversidad
Lo del tal Rober Bodegas no es un chiste. Ni siquiera una sucesión de chistes. Es un discurso. En el sentido literal de razonamiento lógico y conclusión teórica. Un discurso antiguo, rancio y vejatorio . Pero un discurso. Lo que hace Rober Bodegas es reivindicar el derecho de seguir estigmatizando a los gitanos y encapsular en un conjunto de prejuicios infames a una comunidad secularmente perseguida, vilipendiada, excluida del espacio común y hasta sentenciada para el exterminio en las numerosas pragmáticas reales que se propusieron la encomiable tarea de uniformar España en una misma raza y una misma religión .
Al presunto cómico le molesta no poder desahogarse sin restricciones contra la minoría más vulnerable . Hoy, lamenta el monologuista, ya no se puede etiquetar a la comunidad gitana como una simple banda de ladrones, traficantes de droga y bárbaros antediluvianos tal como se ha hecho desde que pisaron suelo peninsular en el siglo XV . Por eso, el tal Bodegas se sirve de una ingeniosa artimaña para darle la vuelta al argumento como a un calcetín. Se mofa el comediante: «Esto era un payo que iba a un polígono a trabajar y no a vender droga». O también: «Esto era un payo que conducía un coche que no era robado y tenía todos los papeles en regla».
Que el mal y el crimen son siempre los otros es el artículo primero del vademécum del miedo , que es primo hermano de la sospecha y pariente de sangre de la segregación . Eso debería saberlo el tal Rober Bodegas, que se tiene por hombre letrado que habita felizmente en los márgenes de la civilización.
Lo realmente asombroso es que pretenda investirse los ropajes de rebelde acosado por lo políticamente correcto. Ese es el enésimo truco de la cultura dominante que se resiste a perder su hegemonía. La misma argucia que utilizan sin pudor los homófobos para hacernos creer que son víctimas de una cultura gay avasalladora . O la misma que usan los xenófobos para propalar la especie de que los inmigrantes son una pandilla de privilegiados que esquilman nuestros servicios públicos.
Los cómicos verdaderamente insurrectos son aquellos que se atreven a desnudar los abusos del poder y desarmar la cultura hegemónica. Humillar a los débiles y entregarlos como carne de cañón a la masa enfervorizada no tiene ningún mérito. Eso lo llevan haciendo los bufones de corte desde que el mundo es mundo y el chocolate espeso
La exclusión social de la comunidad gitana es una de las mayores quiebras en materia de derechos humanos de la España contemporánea. Gracias, entre otros coadyuvantes, a la labor tenaz de agitadores como Rober Bodegas. Gente que se esfuerza por perpetuar el estigma y cimentar el prejuicio. Y ahí están los datos devastadores en términos de abandono escolar , infravivienda, desempleo, desafección y discriminación en todos los órdenes.
La respuesta no debe ser la amenaza ni la intimidación, tal como ha denunciado el cómico. Primero porque no es de recibo. Y segundo porque refuerza la posición de aquellos que quieren señalar a los gitanos como pueblo primario y descerebrado . No hay otro camino que construir un nuevo discurso sobre la diversidad y la inclusión que desactive aquel otro lleno de lugares comunes y mala fe.
En una entrevista en estas páginas, Marcos Santiago Cortés , abogado y gitano de hondura, nos regaló toda una clase de concordia y respeto al diferente. « Soy más fuerte que todos los prejuicios », dijo como anticipo de este enésimo vendaval de clichés que nos arrolla. Al fin y al cabo, como sostenía Unamuno , el racismo se cura viajando . Y, parafraseando al escritor bilbaíno, Santiago nos recuerda que «hay racismo porque la gente es muy cateta».
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