Rafael González - LA CERA QUE ARDE

La gente

Los cordobeses nos hemos hecho de mármol, como la textura de la cara de los miembros del pacto de gobierno

NUESTRA alcaldesa dejó claro que quería ser la alcaldesa de la gente y en efecto, la gente está tomando nota de ese deseo. Sobre todo la gente que está esperando, que es el eterno gerundio cordobés mientras no pasa nada destacable. Gente dura, por otra parte: es un auténtico milagro que no fallezcan del orden de 30o a 400 cordobeses cada semana de feria por lipotimias, golpes de calor o el Despacito de Luis Fonsi. Bueno, el año pasado fue La Gozadera, pero el caso es que la temperatura, el agujero de ozono, el solano, las frondosa arboleda del Arenal, el rebujito y las hamburguesas pueden matar a más gente que una declaración de la renta española por infarto.O el impuesto andaluz de sucesiones. Vivimos en constaste riesgo y nos hemos endurecido tanto que no nos hemos dado cuenta de que podemos ser víctimas de los buenos propósitos de un Consejero de Transversalidad, un director de banco ,una alcaldesa o una cola de autobús de progreso.

Quizá por eso los cordobeses no morimos a mediodía camino del Arenal y soportamos las alcaldesas habidas y por haber. Porque nos hemos hecho de mármol, como la textura de la cara de los pactos de gobierno. Algunos han caído por el camino, no obstante: usted mira al graderío de los Califas y ve menos del cuarto de entrada de un coso que tiene más gente tomando copas cuando le ponen una carpa que aficionados a la fiesta nacional. Ya no van ni los del gañote, que es el espécimen cordobita que dice leer libros si se los regalan y amar las tradiciones de siempre, como los toros, si le dan la entrada gratis. O han muerto o se han ido a los Boliches.

Es posible que la gente que no muere en feria por el calor sea porque es que no están aquí y prefieren fallecer por ingesta desaforada de gamba blanca en Huelva antes que por salmorejo hervido. Es cierto que hay mucha gente que se pira, no sólo para siempre, sino para los días de feria. Por algo será. Igual no les mola ni el cartel taurino de este año ni el aparcamiento de la feria, que es la segunda vía de la muerte hacia la caseta municipal no sólo por la temperatura sino por la picadura de los anófeles, serpientes culebras o moscas verdes que parecen higos volando. Ya sabemos que hay que pasar junto a lo que queda del río —su fauna salvaje, principalmente— bajo un puente de la autovía y acceder a un descampado que no es una metáfora sino lo que mejor explica gran parte del terreno feriante. Y de la propia feria, que sinceramente no sé cómo no se lleva a más gente al otro barrio, sobre todo a los de las casetas tradicionales que salen en este periódico y que además van con chaqueta y corbata. Con un par tradicional. Somos duros, ya digo. Sobreviviremos incluso a la alcaldesa de la gente, que está resultando ser la alcaldesa de la nada: hasta le han montado una huelga que oficialmente no lo es. Esa otra gente.

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