Mario Flores - EL DEDO EN EL OJO
Generación de cristal
La pertinencia y utilidad de las tareas escolares deben abordarse con seriedad
Según una reciente encuesta realizada por la OMS , nuestros niños y adolescentes españoles se sienten presionados por la excesiva carga de deberes escolares . Llama la atención que la percepción de la carga va aumentando cuando se trata de adolescentes en la franja de edad entre los 13 y los 15 años (¡quién no ha tenido esa edad!).
Hubiera resultado muy extraño que cualquier chaval de esa edad hubiese contestado que no, que preferirían sacrificarse más horas en el estudio renunciando a todos los placeres que naturalmente la edad procura; ¿se imaginan?
El estudio abunda en datos y nos ofrece una porquería de panorama en el que vislumbramos a nuestra infancia y adolescencia subyugadas bajo el puño de hierro de un sistema académico que, parece, quisiera empeñarse en que esos futuros ciudadanos sean hombres y mujeres formados, críticos y solventes; ciudadanos libres en definitiva.
Si bien es cierto que nuestro sistema educativo está hecho unos zorros desde hace decenios (la Logse nos heló el corazón hace tiempo), no menos verdad resulta el empeño del mismo, siquiera tímido, en que los alumnos alcancen un mínimo de instrucción académica sin la que ellos dejarían de tener futuro.
No habré de discutir aquí si la «oprobiosa» encomienda de hacer tareas escolares durante una hora y media al día resulta de todo punto inaceptable (esa es la media horaria de deberes que realizan los escolares españoles).
Pero sí habré de poner en cuestión que mucho mejor que eso resulte dedicarse a la manipulación del teléfono móvil, Internet o videojuegos durante más de dos y tres horas al día según se constata en otros estudios realizados (uno de ellos mío, por cierto).
Nuestra sociedad del bienestar ha hiperdesarrollado y prestigiado aquellas actitudes que tienen que ver con el mínimo esfuerzo, la satisfacción inmediata de los deseos y el placer. No resulta extraño, por tanto, que estudios de esta naturaleza proscriban de la vida de los ciudadanos todo aquello que venga a malograr el «parque temático de la felicidad» en que queremos convertir nuestras vidas.
Y luego viene toda la monserga de que «los deberes vulneran los derechos de la infancia y condicionan la vida de los niños a la carga de trabajo». Marxismo en estado puro, vamos. Y para sazonar el asunto con su pizca de injusticia social, también se proclama que los deberes «son una carga para los alumnos con desventajas socioeconómicas», desventajas que, sin embargo, no consiguen hacer distingos cuando de tener acceso a móviles, tablets y otros aparatos del infierno se trata.
La pertinencia y utilidad de las tareas escolares debe abordarse desde la seriedad, porque de otro modo puede suceder que los futuros delegados de educación en Córdoba se entretengan en presentarnos campañas de «excolarización». Y por ahí vamos mal; seguro.