REPORTAJE

Gaspar de Haro, un coleccionista de arte y aventuras en el Siglo de Oro con orígenes en Córdoba

Era sobrino-nieto del conde-duque de Olivares y ha pasado a la historia como el marqués de Heliche

Retrato de Gaspar de Haro ABC

Félix Ruiz Cardador

LA frondosa historia de España tiene personajes para construir toda una filmografía, en la que nuestro cine rara vez repara. Tipos con vidas asombrosas, algunos héroes ejemplares y otros antihéroes con su punto excesivo o tarambana. Y es a esa segunda estirpe, pues fue un personaje con sombras y bien densas, a la que pertenece Gaspar de Haro y Guzmán (1629-1687), que en la historia ha quedado como marqués de Heliche, su primer título nobiliario, pero que también fue VII marqués de El Carpio , II duque de Montoro , III conde-duque de Olivares y II señor de las Siete Villas de los Pedroches. Sus andanzas lo llevaron por los reinos italianos y por Portugal , estuvo preso dos veces y a punto de subir al cadalso, pero lo que más brilla quizá hoy de su leyenda es que fue el mayor coleccionista de arte de su época, con una fastuosa selección que tenía más de 3.000 obras a la hora de su muerte entre herencias y febriles adquisiciones. Ahora que en Córdoba se exponen en Cajasol algunos dibujos de Rubens , por los que sintió vivo interés, es buen momento de evocar a este noble de vida novelesca.

Gaspar de Haro nació en Madrid , como explica uno de sus mayores estudiosos, el historiador cordobés Arturo Luna , que ya tiene en imprenta una monografía en la que analiza la singular historia del estado de Los Pedroches y en la que repasa la vida del marqués. Según explica Luna, a De Haro lo bautizaron en la iglesia de San Nicolás de Madrid , aunque su familia tenía orígenes cordobeses. Su padre era Luis de Haro, valido del Rey Felipe IV y sobrino del célebre I Conde-Duque de Olivares , también Gaspar de nombre como el que al final sería su heredero. Su abuelo, que fue su padrino de bautizo, era el cordobés Diego de Haro y Sotomayor, marqués de El Carpio. Su madre fue por último Catalina Fernández de Córdoba, descendiente del Gran Capitán e hija del duque de Segorbe y Cardona, el lucentino Enrique de Aragón, y de la montillana Catalina Fernández de Córdoba y Figueroa , hija de los marqueses de Priego.

Conocido por sus moral relajada, inspiró la creación del Palacio de la Moncloa y fue embajador ante el Papa

Por ser sobrino de un valido e hijo de otro, Gaspar se crió en la Corte, en un ambiente de derroche y ligereza de costumbres. De niño estuvo como sirviente del príncipe Baltasar Carlos, que era de su edad, mientras que apenas pasada la veintena fue nombrado montero mayor del Rey y alcaide del Buen Retiro , como también de los alcázares de Córdoba y Sevilla . Su misión fue en esa época organizar los divertimentos del monarca, que en el Buen Retiro, a las afueras de aquel Madrid de los Austrias , encontraron su escenario proclive. Grandes fiestas organizó allí el marqués de Heliche, importantes monterías y espectáculos teatrales con talentos de su tiempo como Pedro Calderón de la Barca . Se unían a toda esta agenda festiva las batallas navales que se recreaban en ese tiempo en el estanque del Retiro , que fue lugar de esparcimiento de la aristocracia mucho antes de que se convirtiese en lo que es hoy, escenario de románticos paseos en barca de turistas con paloselfie.

Primer casamiento

Fue también en esa época cuando Gaspar de Haro se casó con su primera esposa, Antonia María de la Cerda, hija del duque de Medinaceli y que tenía fama de ser la joven más bella de Madrid. Ese hecho no impidió que el marqués de Heliche , de cuya fealdad también se nutren las crónicas y dan fe los retratos, adquiriese fama de impenitente mujeriego. Cuentan de hecho que tenía especial predilección por las actrices del momento. Ese afán «donjuanesco» se mezclaba con su amor por el arte, de tal modo que, según Arturo Luna, el cuadro antológico «La Venus del espejo» de su coetáneo Diego Velázquez , de la que él fue primer propietario con apenas 21 años, pudo ser un encargo del aristócrata en el que ejerció de modelo La Damiana , una de sus amantes. Otra curiosidad de esa primera época española es que De Haro fue el promotor de la construcción del P alacio de la Moncloa , actual sede de la Presidencia del Gobierno.

«Venus del espejo» de Velázquez, en la que ejerció de modelo una de sus amantes ABC

Ese papel relevante en la Corte desde la misma infancia, impulsado en la juventud desde el Buen Retiro , hacía indicar que el marqués de Heliche estaba llamado a heredar la posición de su padre y su tío Gaspar de Guzmán. Mas no fue así, pues una obra de arte vino a torcer el destino. Ocurrió tras la muerte en 1661 de su padre, Luis de Haro, que también había sido buen coleccionista al igual que su tío el I conde-duque Olivares. Según ha podido documentar Arturo Luna, dejó en herencia esa colección a su hijo, pero en su codicilio dispuso que el cuadro «Nuestra Señora, el Niño y San José» , obra de Rafael Urbino hoy en paradero desconocido, pasase a manos del Rey. Gaspar, al heredar, le negó ese cuadro al monarca, y esa controversia, que en cierto modo inspira la «Crónica del Rey Pasmado» de Torrente Ballester , provocó su caída, de tal modo que el Rey le retiró todos sus cargos en la Corte.

«San Francisco en éxtasis» de Van Dyck ABC

La reacción del marqués de Heliche demuestra su talante tarambana de esa época, ya que, en su frustración, propició que uno de sus sirvientes atentase con pólvora en el Buen Retiro, con el fin de dinamitar el teatro del palacio durante una representación organizada por su mayor enemigo y nuevo alcaide, el duque de Medina de las Torres . El complot no fraguó y fue descubierto; Gaspar de Haro, apresado en la cárcel de la Alameda de Madrid. Durante días se especuló con su ejecución, que fue el camino que afrontaron el resto de personas que participaron en el atentado. Pero él, dada su posición, contó con la piedad de Felipe IV, por lo que su pena quedó en dos años de cárcel, ocho de destierro y 10.000 ducados. Finalmente, ni siquiera cumplió eso, pues el Rey le permitió enrolarse en la guerra de Portugal. Allí, eso sí, acabaría preso en la torre de Belén de Lisboa durante cuatro años. La buena fortuna siguió siendo su aliada sin embargo, ya que al final del conflicto, tras la muerte de Felipe IV, fue nombrado negociador plenipotenciario en el proceso de paz.

Embajador ante la Santa Sede

Estas labores diplomáticas restablecieron en parte el buen nombre del marqués, que pudo volver a la Corte. Fue nombrado luego embajador ante la Santa Sede y por último virrey de Nápoles . Ese periodo italiano, el de su madurez, lo dedicó a lanzar campañas militares para mantener el dominio español en la zona pero también sacó tiempo para completar una magnífica colección de arte en la que destacaban los grandes artistas del Quattroccento . Nápoles se convirtió de hecho durante su virreinato en el centro del arte europeo. Gaspar de Haro, que se había casado en segundos nupcias con Teresa Enríquez tras quedar viudo, falleció en el mes de noviembre de 1687, a los 57 años. Dejó como herencia una enorme colección de arte y numerosos edificios en España e Italia, pero también algunas deudas que procedían incluso de los tiempos de su padre. Es el caso del dinero que quedaba pendiente de la compra del Señorio de Los Pedroches por su progenitor, que acabaría resolviendo su hija, Catalina de Haro y Guzmán, duquesa consorte de Alba , con una dación a la Corona de más de una cuarentena de cuadros, algunos de los cuales se pueden ver hoy en el Prado . No cabe duda en fin de que la vida del marqués fue un novelón, un curioso viaje entre la soberbia aristocrática y la sensibilidad.

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