José Javier Amorós

Fuera de contexto

La alcaldesa, con sus ocurrencias, da alegría a la literatura periodística. El nivel de la ciudad no mejora, pero el de la prensa, sí

La alcaldesa, Isabel Ambrosio VALERIO MERINO

La alcaldesa de Córdoba no sabe, porque para ser alcaldesa no es necesario saber, que su rechazo a las corridas de toros la entronca con san Pío V, que las condenó mediante una bula en el siglo XVI, aunque por motivos distintos a los de la alcaldesa. Esta es una interpretación que hacemos fuera de contexto, aprovechando que las decisiones del gobierno municipal nos parecen fuera de contexto. Cada uno se mueve en el contexto que le parece oportuno. Por ejemplo, Pablo Iglesias, que va a ser vicepresidente del contexto. Y así seguiremos, incluso cuando nos quiten la libertad de contexto. Si la alcaldesa hubiera tenido noticia de esta terrible coincidencia canónica, se presenta en el Pleno vestida de feria y recitando a Alberti: «¿Dónde estuvieron las largas / revoleadas, las bellas / verónicas, los faroles, / chicuelinas, gaoneras, / tantos adornos que al aire / llenan de luz y sorpresas?». Triste destino el de la alcaldesa de Córdoba, tan cerca de la Iglesia católica y tan lejos de la generación del 27. Gerardo Diego ( «El Cordobés / podría ser un gran torero / pero / él prefiere ser un ente / terráqueo y refulgente: / El Cordobés»), García Lorca («Qué gran torero en la plaza», «Elegía a la muerte de Ignacio Sánchez Mejías»), Fernando Villalón («Plaza de piedra de Ronda / la de los toreros machos» ), Vicente Aleixandre («Una tromba le erige su plinto y él se yergue / sobre el polvo y el oro, como una estatua enorme»), Rafael Alberti, cantaron en versos inmortales la gloria artística del toreo.

Como una diosa griega, la alcaldesa lleva deshechos dos empates: el que afecta a los toros, fuera de contexto, y el del pacto antiyihadista, dentro de contexto. Lo peligroso de subir tan alto, tan alto es que luego no hay red que pueda detener la caída. Acabará de ministra en el gobierno del gran Sánchez. Es la elegante venganza del Cristo de marfil.

A uno no le importa perder el tiempo con las cosas de la alcaldesa. ¿De qué podría escribir uno, si no? ¿De un ministro del contexto, Errejón, la triste y pálida figura de Podemos? ¿Del gran Sánchez, al que se podría aplicar lo que el feroz escritor francés, León Daudet, dijo de un político e historiador de su tiempo, Gabriel Hanotaux: Vivió deslumbrado por la gran idea que tenía de sí mismo, que era, desgraciadamente, la única idea sólida que tenía? ¿Acaso de Mariano Rajoy, un sudario extendido sobre los votantes del PP, el hombre que preside sus propias exequias y se da el pésame en cada intervención pública? ¿O del mínimo y dulce fray Alberto Rivera, el buen samaritano, puro en el bien, promotor político de amor y armonía, tan preocupado por la neutralidad que no quiere comprometerse ni siquiera con su partido? La alcaldesa, con sus ocurrencias, le da alegría a la literatura periodística local. Gracias a ella, los articulistas de este periódico escriben cada día mejor, y no resulta fácil mejorar lo que ya era bueno. En cada una de sus decisiones hay un manantial de argumentos. No parece que la ciudad mejore con ella, pero el nivel de la prensa, sí. Sin Dios, sin toros, sin pacto antiyihadista, sin Cosmos, sin subvenciones, con fallas… Por lo menos, que se vendan más periódicos. Para que podamos seguir escribiendo fuera de contexto.

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