Cartas a Córdoba
Tres años sin Pablo
Entre el bosque de cruces, resplandecía la piedra clara del panteón de los Marqueses de Cabriñana
Querida Córdoba : Ayer hizo tres años que nos dejó Pablo García Baena , poeta excelso e insigne hijo tuyo. Y lo echamos mucho de menos. Ya no invitará por Navidad a sus amigos a ver el Belén sorprendente ni los recibirá con campanita y aroma de incienso antes de explicarlo con divertidas fantasías bíblicas. Ya no destapará luego en su mesa camilla la caja de dulces navideños que le enviaba su amigo Paco Campos ni abrirá la botella de Machaquito para brindar. Ya no.
Se me forma un nudo en la garganta cuando evoco su muerte, ay, tres años ya. La capilla ardiente en el Ayuntamiento, con ofrendas de flores y de versos; la misa abarrotada en San Miguel en medio del silencio doliente y la homilía luminosa de Antonio Gil ; la despedida postrera de su Virgen de los Dolores , cómo no, antes de la incineración liberadora, y finalmente, el cementerio de la Salud, donde sus cenizas duermen el sueño eterno desde entonces. Pero nos quedan sus versos, menos mal; Pablo vive en sus versos, que no mueren. Así que para sentir su voz y su aliento nada mejor que abrir cualquiera de sus libros, que allí está Pablo vivo.
Ayer, aniversario luctuoso, evoqué al amigo recorriendo algunos de sus lugares. El primero la calle de las Parras , en cuya casa número 6 nació, como recuerda un mosaico en la fachada. Rosario Cantillo siguió cuidando el patio que Pablo solía visitar por mayo para sentirse niño junto al pozo, el limonero y los geranios cantando en los arriates. El itinerario vital pasa luego por el cercano colegio Hermanos López Diéguez donde aprendió las primeras letras.
Pero su huella se extendió por todo tu casco antiguo, Córdoba, que Pablo recorría para impregnarse de tu belleza y llorar las destrucciones. La Catedral de las liturgias y el río como «pisada antigua sobre el mármol»; los conventos, los patios vividos, las tabernas de Cántico y las iglesias, especialmente los Dolores y San Lorenzo, con su Remedio de Ánimas ; el puesto de leche de San Agustín, la calle Armas y la Huerta de la Cruz, perpetuados en sus poemas; el Alcázar de los honores y la Universidad del «honoris causa». Y una calle dedicada en la falda de la Sierra, camino de las Ermitas. Mucho de ti, Córdoba.
Al atardecer me asomé a tu cementerio de la Salud. Entre el bosque de cruces enseguida resplandecía la piedra clara del antiguo panteón de los Marqueses de Cabriñana, que el Ayuntamiento restauró para instalar dos centenares de columbarios. Frente a la puerta transparente, el nicho 31 corresponde al poeta. Grabado en el mármol gris, su escueta identidad, PABLO GARCIA BAENA , para qué más, encabezada por una crucecita, mientras en el suelo permanecen como noble alfombra las viejas lápidas de los marqueses.
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