Cartas a Córdoba
Séneca maltratado
Sería hermoso que la Biblioteca nueva recuperase el recinto ajardinado de una antigua biblioteca popular
Querida Córdoba : Cuando a los coches les dio por aparcar, hace años, en tu plaza de Capuchinos, mancillando su geometría de cal y cielo, evitaba cruzarla para no llevarme un disgusto. Y lo mismo me suele ocurrir cuando, al cabo de algún tiempo, me asomo a rincones irrepetibles y observo su degradación u olvido. Por ejemplo, llevaba tiempo sin acercarme al recinto donde estuvo la Biblioteca Séneca en tus Jardines de la Agricultura . Ayer lo hice y sufrí, sufrí al ver aquel abandono ingrato en lugar tan céntrico.
Como recordarás, Córdoba, tu Biblioteca Séneca se creó a principios de los años veinte, hace ya un siglo, en una explanada de tus Jardines de los Patos , como los llama el pueblo, aprovechando una caseta hexagonal dedicada entonces a guardar las herramientas de los jardineros, que fueron reemplazadas por libros, qué gozada, libros; dos mil llegaron a reunirse, a disposición de los cordobeses que acudían a ilustrarse. Libros libres. Estuvo activa unos cuarenta años, y algunos de ellos llegó a contabilizar más de 20.000 usuarios. Fue una iniciativa promovida por eruditos ilustres como Rafael Castejón y José María Rey Díaz , con el fin de que sirviese de «ameno y deleitoso solaz al entendimiento de los que concurren a aquellas deliciosas frondas», como decían en su solicitud.
Y aunque la biblioteca desapareció hace más de sesenta años, quedan allí los bancos de mampostería , revestidos de vistosos azulejos sevillanos, en los que se sentaban los lectores. Aquello es hoy una joyita olvidada y maltratada , pues tu Ayuntamiento, Córdoba, lleva muchos años sin prestarle atención, y los vándalos han ido dañando los bancos con saña, una pena . Forman los bancos un perímetro ovalado sombreado por altísimos plátanos, y en sus respaldos figura una treintena de sentencias de tu ilustre filósofo Séneca , como éstas: «El miedo aconseja siempre muy mal»; «Nadie querría la vida si no la recibiera por sorpresa»; «La crueldad nace siempre de la debilidad», etcétera. Algunas de las sentencias están tachadas con pintadas y otras desaparecidas o en trance de hacerlo.
Y digo, querida Córdoba, que ahora que se ultima la construcción de la nueva Biblioteca Pública del Estado junto a aquel recinto olvidado, una partida de dinero público -qué más da que sea el Ayuntamiento o Cultura, pues todo sale de nuestros bolsillos- se destine a restaurar y recuperar los bancos para que recobren su dignidad y su función cultural. ¿Te imaginas, Córdoba, un salón al aire libre, bajo la grata sombra de los plátanos, donde organizar recitales poéticos o presentaciones de libros, y así Séneca no seguiría avergonzándose de un recinto que lleva su nombre y está condenado a la desaparición? Sí, sería hermoso que la biblioteca nueva apadrinase la recuperación de la antigua biblioteca popular y la incorporase como noble antesala para salvarla.
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