Cartas a Córdoba

Un río con mascarilla

Oculto por una vegetación incontrolada que nadie limpia

Una joven pasa por el Puente de Miraflores VALERIO MERINO
Francisco Solano Márquez

Francisco Solano Márquez

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Querida Córdoba :

La primera vez que lo vi, en una excursión infantil, me fascinó tu río. Procedía yo del secarral de la Campiña , y asomarme al río desde las barandillas de la Ribera , que tanto pintó Julio Romero , constituyó un espectáculo fascinante. Para colmo de dicha, el cura que nos trajo de excursión aquel domingo nos bajó al embarcadero y Caballero nos dio un paseo en su vieja barca de remos, de maderas crujientes. Mojar los dedos en el Guadalquivir fue como un bautismo laico. Apreciar la paciencia de los pescadores de caña, sentir la cercanía de las vacas pastando en Miraflores y contemplar la Mezquita imponente con el perfil de su torre recortándose contra el cielo fueron sensaciones que nunca olvidé. Luego, viviendo ya aquí, el río me acompañó muchas tardes de gratos paseos por su entorno, mientras las bandadas de pájaros descendían majestuosamente para refugiarse en su dormidero de los Sotos.

Era todavía un río visible, como siempre lo había sido, y así lo atestiguan las litografías románticas de David Roberts , las antiguas postales de Señán y las fotos de Ricardo y de Ladis , ¿recuerdas, Córdoba ? Un río sin obstáculos para contemplarlo cara a cara y recrearse en sus aguas mansas de verdosa tonalidad que bajaban sin prisa; aquel río que Pablo García Baena llamó «turbio césar que se desangra sobre su propia púrpura de barros». ¡Qué hermoso, Córdoba ! Ricardo Molina soñaba con tener una calle frente al río, y lo consiguió, aunque sea una calleja modesta y angosta. Pero tiene su embrujo.

Pues bien, aquel río cantado por poetas, que Góngora llamó «gran rey de Andalucía», que llegó a tener playa y a celebrar concursos de natación y saltos, lleva años secuestrado, oculto por una vegetación incontrolada que nadie mantiene a raya, pues Ayuntamiento y Confederación se han tirado siempre la pelota, y unos por otros la casa sin barrer. Ahora, el Defensor del Pueblo Andaluz le ha leído la cartilla al municipio, que anuncia al fin un plan de actuación. ¿Tú te lo crees, Córdoba ? Pues yo, como santo Tomás. Ojalá que el proyecto se haga realidad, pues desde hace años, demasiados ya, tu río, Córdoba , se oculta tras una mascarilla vegetal que nos impide verlo y disfrutarlo. La propia Albolafia , plasmada en tu sello y tu pendón, Córdoba , permanece acosada por la maleza invasora, entre la que anidan las basuras y las ratas, qué dolor. Es también paradójico que aquella explanada suburbial que remodeló el arquitecto artista Juan Navarro Baldeweg se llame Balcón del Río, cuando desde allí no se ve, oculto por la maleza silvestre.

El Guadalquivir no merece ese maltrato. En sus márgenes unos rótulos colocados por la Confederación imploran «Tu río también es Córdoba, cuídalo». Pues que contribuya a cumplir su propia recomendación. ¿Por qué no aprenderemos de otros ríos, prendidos en las ciudades como lujos del paisaje, y no despreciados y maltratados como aquí, pese a un Plan del Río que no ha dado plenamente sus frutos? ¿Es que siempre hemos de llegar tarde, querida Córdoba ?

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