Cartas a Córdoba
Domingo de tiendas abiertas
Un comerciante rechaza la colonización del inglés y escribe «viernes negro»
Querida Córdoba:
Sin darnos cuenta, ¿te has fijado?, nos van imponiendo palabras inglesas para expresar lo que se puede nombrar en castellano. El último asalto, ya consolidado, ha sido «black friday», cuando se puede decir «viernes negro», aunque suene más tristón. Que por cierto ya no es sólo el viernes, sino toda la semana, pues comerciantes de toda la vida y franquicias se agarran a un clavo ardiendo para hacer caja y mantener el tipo frente a la pandemia asoladora para evitar echar la persiana. Unos héroes estos comerciantes, que merecen nuevos aplausos si no los hubiese devaluado el Congreso de los Diputados . Por cierto, hay al menos un comerciante que desafía la colonización del inglés, como he visto en tu calle Claudio Marcelo , Calzados Maldonado por más señas, que escribe en su rótulo «viernes negro», orgulloso de usar nuestro idioma universal, consecuente con el eslogan de sus zapatos artesanales «hechos en España», ole.
Aprovechando la apacible mañana del domingo me asomé a tu centro comercial, Córdoba , para contemplar un día festivo de tiendas abiertas, que alegría, en contraste con las tiendas cerradas a las seis de la tarde. El confitero Roldán ha conquistado la estratégica esquina Gran Capitán-Alhaken II , donde tantos negocios han fracasado en los últimos años. Las terrazas se pueblan de clientes con licencia para quitarse la mascarilla mientras desayunan o toman el aperitivo. Repartidores de Glovo , con sus jorobas amarillas, pedalean para acercar encargos a quienes se sienten más seguros en sus casas.
Los escaparates pregonan descuentos de hasta el setenta por ciento, ¿será verdad? El austero alumbrado navideño ya está colgado a la espera de su encendido por sorpresa. Gondomar está jalonada de poetas en las farolas. En tus calles, Córdoba , se ve esta mañana de domingo mucha gente con bolsas comerciales, como si esto fuera un ensayo general para las compras navideñas que se avecinan, compras sin fin, mientras se pueda tirar de la cartera o la tarjeta, sin que nos inquieten apenas las doscientas personas que viven en la calle según Cruz Roja ni las familias de escasos recursos que Cáritas y el Banco de Alimentos atienden en estas fechas.
En contraste con la soledad que despuebla tus calles a partir por la tarde y la convierte en ciudad fantasmal con el toque de queda (que suena a estado de guerra, guerra, en efecto, contra el maldito virus ), la mañana de este domingo es una feria de compradores que dan oxígeno a las cajas registradoras para salvar la temporada, mientras la curva se doblega, ¿o será un espejismo?, y vemos por televisión esas imágenes de farmacéuticas fabricando vacunas en cantidades industriales, en las que tanta impaciente confianza depositamos pese a los jarros de agua fría con que algunos expertos intentan apagar el optimismo.
Noticias relacionadas