Pretérito imperfecto
Tensar la cuerda
Ajustar cuentas y soliviantar el bloqueo en Córdoba, con lo que está por venir, será siempre difícil de explicar
El tiempo dirá si la faena de Pablo Casado en el hemiciclo será el punto de partida hacia una puerta grande. Pero sin duda que lo acontecido con la moción de censura de Vox contra Sánchez en el trasero del PP marcará un antes y un después. Casado ha reseteado a los populares en busca de un espacio político que siempre les otorgó victorias electorales —por mayoría absoluta—. Víctima de la manta corta que dejaba al descubierto el centrismo cuando acudía a cubrir la ferrosa derecha por la que el partido de Santiago Abascal muerde. O propiciaba el avance de éste al querer mantener activo su atractivo hacia las clases medias y moderadas. El PP intenta nuevamente refundarse sobre la marcha con el reto inexorable de aglutinar a todas las derechas —incluyendo a los votantes de Vox y a los descontentos de Ciudadanos , que queda escorado a la izquierda—. Una tarea titánica tras las heridas en los lomos de un socio estratégico en el contrapoder a Sánchez . De Murcia a Madrid , pasando por Andalucía y ayuntamientos como Córdoba .
Abascal se llenó de balón y le vino grande una fórmula parlamentaria que ha de medirse con mucho tiento para no salir escaldado. Probablemente le hubiese bastado con una interpelación de menor rango y el efecto de multiplicación mediática que predecía terminó dejando en evidencia un discurso extremo, escasamente propositivo —si se ofrecía, máxime, como candidato a la Presidencia del Gobierno — y chafado en el momento que el líder del PP pronunció el «hasta aquí hemos llegado».
En el terreno de las formas, no cabe duda de que Casado ha logrado posicionarse con firmeza, pero no basta con ello. Hay que esperar a la reacción de Vox , que recuerda a ese Podemos envalentonado que quería conquistar los cielos y dar el ansiado «sorpasso» de Anguita al PSOE —y ya vemos cómo ha terminado—. Esa testosterona ideológica de la que una parte del electorado conservador se sentía huérfano puede alentar una factura demasiado cara. Acrecentar un extremismo encapsulado sin cintura y con un argumentario demasiado previsible y extemporáneo frente a un pragmatismo eficiente en tiempos revueltos. Y sería un error anteponer el mal menor a la propia revisión de su natural evolución política. Que al PP le vaya mal, aunque los de Abascal queden estancados. Repito, no está de más mirarse en el espejo de lo sucedido con Iglesias, con analogías evidentes.
Resulta, a priori, saludable, encontrar que en la primera brisa de reacción que los cuadros de PP y Vox han ofrecido en Córdoba se intuya sensatez. Nada tiene que ver la política local con las intricadas ecuaciones nacionales. Aunque la formación de Abascal , clave en la investidura de José María Bellido como alcalde de Córdoba , apriete —que lo hará a su manera—, no parece lo más razonable que termine asfixiando la alternativa a los infructuosos cogobiernos de «progreso» en Córdoba . Entre otros muchos motivos, porque el escenario es dantesco por la pandemia y sus consecuencias económicas para una ciudad que siempre llega tarde a todo, y aún sale más rezagada de cualquier coyuntura. Y dañada. Crisis y vacas gordas. Ajustar cuentas y soliviantar el bloqueo con lo que está por venir será siempre difícil de explicar. Y si la izquierda en el Pleno , además, se está mostrando condescendiente en asuntos medulares, la evidencia puede ser mayor.
El apoyo a las ordenanzas fiscales de 2021 (que se debatían mientras Casado sacaba la mano izquierda en el atril ) es una prueba de esa vehemencia responsable. Y vendrán los presupuestos. La exigencia a Bellido , que debe haberla, faltaría más, no está reñida con la altura de miras en el teatro político donde todos representan su rol. Tensar la cuerda, pero no romperla.
