Pretérito Imperfecto

El 'rosismo'

Rosa Aguilar en su comparecencia de esta semana en la sede del PSOE para anunciar su retirada ABC
Francisco Poyato

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Rosa Aguilar dice adiós con 35 años de trayectoria política en la mochila. Hoja de servicios de ‘animal’ político . Horas y horas de trabajo -otra cosa ha sido el resultado cuando le ha tocado gestionar, luces y sombras-, autoexigencia y personalidad con legado de filias y fobias, como mandan los cánones.

Córdoba está indisolublemente ligada a la carrera de uno de los pocos y paradigmáticos casos en nuestra historia reciente de mayor elasticidad y pragmatismo político que, a la postre, resultan más necesarios que los infructuosos ejercicios de adanismo que hemos vivido en este país en los últimos tiempos.

Su rubicón fue sin duda la Alcaldía de Córdoba . Sus siglas reales, el ‘rosismo’. Marca blanca accesible, transversal, ágil y con la sensación de hacer y contentar sin acabar cumpliendo las expectativas. El arte de la política . La derecha y la oficialidad que la abrazaba tanto o más que la izquierda de los barrios más humildes, que no dejaba de respetarla, eso sí. La ambivalencia le valió trifulcas varias con el aparato. Católica, cofrade, peñista, futbolera, parcelista, feminista, taurina, comunista.... Lo que hiciera falta. En cada chaqueta, un señuelo.

‘Doñarrosa’, a la que muchos hoy todavía reverencian por Córdoba como si no se hubiera fugado nunca de la Alcaldía una noche abrileña para nadar a la otra orilla que su mentor Anguita delimitó a fuego, ha transitado por la política como si fuera un Juego de la Oca.

De casilla en casilla, de partido en partido, de cargo en cargo, de materia en materia..., pero sin perder la partida, ni volver a la casilla de salida. Auténtica superviviente que salía a flote cuando se barruntaba su final en el pozo. Concejala, alcaldesa ‘perpetua’ (sin mayoría absoluta), consejera, ministra, parlamentaria, diputada ...

En todas las instancias desde que cogió el carné del Partido Comunista en 1974 y terminó este jueves invocando al cristianismo de base en la sede socialista (siempre le mantuvieron las distancias) de Córdoba 48 años después. Confieso ahora mi error de haber llegado a pensar que un día la vería en Ciudadanos . Les ha sobrevivido.

Su irrupción en el panorama nacional de la mano de Julio Anguita en los años 90 fue quizás la etapa más reseñable en lo meramente político. Una fase recia, con un ‘felipismo’ de capa caída y embarrado de corrupción , obtuvo como respuesta el puño de acero de un Anguita tancredo y purista que apelaba a la coherencia del programa, coqueteaba con Aznar y sacudía los bajos fondos de un PSOE en la lona. Aguilar se fajó en un Congreso envidiable frente a los grotescos tiempos presentes. Bajo el ruido del plomo de ETA y la pestilencia de un Gobierno en descomposición.

Forjó su cualidad de verso suelto a lo Gallardón en un partido de férreos corsés. Rompió con el líder supremo y aterrizó en Córdoba para salvar un ‘Califato rojo’ desgastado y configurar un estilo propio en plena bonanza económica para la ciudad. Amistades peligrosas, fracasos estrepitosos, populismo y una vela a Dios y otra al diablo. Rosismo .

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación