Pretérito imperfecto
Palo y zanahoria
La misma experta que le aterra en la tele con la quinta ola, es la que horas después deja todo como está en el comité de turno
La misma experta en Salud Pública que usted ve en televisión muy circunspecta, con el hospital de referencia al fondo, alertar de que la pandemia no se ha acabado, de que los jóvenes están en el mismo riesgo de acabar en una UCI , del peligro de los botellones descontrolados, de las reuniones familiares desbocadas, de que tenemos que mantenernos estoicos con la amalgama de medidas prescritas y de que ni siquiera los vacunados tienen riesgo cero ante una quinta ola que se descontrola..., es la misma que horas más tarde se sienta en un comité epidemiológico y decide mantener el nivel de alerta sanitaria en su territorio —en el caso de Córdoba , con 45 municipios en ‘riesgo extremo ’ de contagio y rangos de propagación similares a la tercera ola —, dejar los aforos y horarios en la actividad no esencial y no proponer ningún cierre perimetral aunque la incidencia se esté disparando en muchos municipios que ya no son la mínima expresión. Y todo ello, sin Estado de Alarma ni toque de queda. ¿Alguien puede explicar este juego de palo y zanahoria ...?
Resulta tan llamativo como el paciente que acude a su médico de cabecera con el colesterol por las nubes y después de escuchar una retahíla de prescripciones, regañinas y vetos gastrolúdicos, termina diciéndole que no se agobie y vaya a celebrarlo con una buena comilona seguida de una eterna sobremesa de copa de balón .
La única justificación plausible a esta absoluta contradicción , y que nadie quiere asumir de forma impopular en su discurso, es la legítima salvaguarda la economía en plena temporada estival. Es comprensiblemente jodido eso de tener que confinar a las bravas Conil de la Frontera, Fuengirola o Matalascañas a mitad de julio, por poner algunos ejemplos, aunque el termómetro del virus esté por las nubes y la maquinaria de vacunación no pueda ir más rápido. Ítem más, con el peligro no exento de que la campaña veraniega acabe yéndose al traste en esta ceremonia de la confusión. Esa ha sido la disyuntiva permanente en la gestión de una crisis sin precedentes: abrir y cerrar el grifo conforme a la amenaza real del virus. Salvo en el caso del confinamiento ilegal de Sánchez, que ha quedado claro por parte del Tribunal Constituciona l que ni salud, ni economía, sino absoluta tiranía sin control. El calado social de este dislate es la guinda al pastel en la permanente lucha por mantener a raya al coronavirus. ¿Con qué cara se puede aplicar la ley para contener el exceso si quien ha de comprometerla ha quedado en evidencia...?
Si las autonomías se han venido quejando de cómo el Gobierno bonito de Sánchez les ha pasado el marrón de una pandemia que ardía en cualquier despacho, los ayuntamientos contemplan ahora exhaustos cómo aquéllas les instan a que cierren playas, parques, plazas y polígonos para evitar que la botella campe a sus anchas y la borrachera levante las costuras cerradas por las vacunas. Y usted como yo vemos que el panorama es bastante laxo, a diario, en cuanto a eso de remangarse para mantener las formas.
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