Pretérito imperfecto
Así que otros cien años duren
Los Patios llegan al centenario con la urgente necesidad de revitalizarse
La fiesta de los Patios de Córdoba cumplirá el próximo año su centenario con una imperiosa necesidad de revitalizar sus fundamentos y trazar la hoja de ruta definitiva que se aposta cada curso en el estante de las tareas pendientes. El empeño que el Ayuntamiento ha puesto en celebrar la tradición más señera de cuantas nos habitan debe traspasar la mera programación festiva para que sirva de acicate a estos obligados deberes que se siguen aplazando sin más reparo. No puede pasar más tiempo. Ocho años después de la protección de la Unesco , una mera titulación que sí dio el altavoz para que los visitantes se hayan multiplicado -casi a la par que los riesgos- y el eco del concurso alcance una relevancia mayúscula, las tareas proclamadas como salvaguardas de este formato siguen sin acometerse y la acción pública y privada (la gran receptora final de su impacto) apenas se saltan la zona de confort creada para que cada primavera -exceptuando este maldito año pandémico- el festival salga adelante de manera digna y se cubran los gastos precisos para que medio centenar de propietarios nos abran las puertas del paraíso... y una gran mayoría haga caja.
A todos se nos llena la boca de hipérboles y halagos hacia una fiesta que nació como reconocimiento al ejemplo que numerosas familias sin recursos daban en una vida comunitaria hoy impensable. Anclada en un pasado ancestral que buscaba la defensa y la intimidad sin perder el contacto con la naturaleza, pero que a la postre sirvió de cobijo a muchos habitantes emigrados a Córdoba y que soñaban sus vidas en una habitación de mala muerte. Fue Antonio Cruz-Conde quien -como casi siempre- acabó premiando el esfuerzo que estas familias hacían para engalanar sus casas, cuidar sus flores y festejar la vida en comunidad permitiendo que el resto de cordobeses se adentraran en aquellos mundos tan peculiares. Ahí nació la vocación turística de este fenómeno, y la más popular.
Ni las condiciones sociales actuales ni las prioridades de cualquier familia, ni las exigencias del casco histórico para vivir, ni parece que la disponibilidad del cuerpo político, discurren a favor de unas señas de identidad que no pueden perderse. Sería imperdonable. Como reflexionaba este viernes en el Foro ABC sobre los «100 años de los Patios en Córdoba» el arquitecto Arturo Ramírez , «no podemos darle a la manivela hacia atrás y pretender que estos recintos vuelvan a su origen», pero sí es urgente que se tracen los resortes para asegurar que la esencia y los valores no se pierdan y estén en el germen de una adaptación a los nuevos tiempos. Un sustrato que debe superar el mero pragmatismo necesario del producto turístico. Ya sea una fundación, ya sean mecenas, ya sean fórmulas jurídicas o mayor implicación en las escuelas para que esta historia no le sea ajena a los niños -a los que tantas tonterías se les cuentan-; ya sea un modelo de visita de más calidad; ya sea con una mayor vigilancia y actividad anual... Ya sea como un verdadero proyecto de toda la ciudad. Así que otros cien años nos duren.