Pretérito Imperfecto
Macrobrote Mallorca, macroerror
No todo vale para salvar el verano, ni todo vale en un panorama donde los expertos nos dicen a todas horas que esto no se ha acabado
El macrobrote de Mallorca, que mantiene a 73 jóvenes cordobeses retenidos en aislamiento y a otros tantos en Córdoba en sus casas, está siendo el paradigma de una pandemia a la española. Una cadena de errores en todos sus actores y de decisiones aventuradas , facilitadas por el marco mental insuflado desde ciertas autoridades sanitarias y sobre todo políticas de que al virus se le está venciendo, fuera mascarillas y viva la vida. Cortinas de humo aparte.
Sin el Estado de Alarma ni el toque de queda , convendremos que desde el 9 de mayo se puede viajar a cualquier parte de España. La voluntad de cogerse el petate y organizar un viaje a Mallorca acabada la Selectividad es más viejo que los palillos de madera, y en la adolescencia frisante a la mayoría de edad tras una pandemia, el caramelo a la puerta del colegio.
Bien distinto es que las condiciones actuales no lo aconsejen, la propagación de la variante Delta contraindique movimientos con riesgo, y los operadores turísticos y hosteleros de una isla como la balear, tiesa como la mojama con esta crisis, antepongan la supervivencia de un verano que toca a rebato a la cautela. En la decisión de padres e hijos de hacer el viaje, va la contraindicación de que el brote pueda surgir , máxime cuando no se va a hacer un análisis retrospectivo de la importancia del gótico mallorquín en las catedrales españolas. Con turistas llegando a las islas, sin certificado Covid en vigor y con la falta de rigor que estamos viendo en los aeropuertos. Ahora bien, cada uno es libre, en estos momentos, de meterse más o menos en la boca del lobo y contagiarse como quiera (con las consecuencias que puede conllevar para el resto).
Claro que llegados a tierra insular, si el Gobierno balear promueve las 'pruebas piloto' de conciertos a los que exige un protocolo Covid que luego se incumple de manera bárbara y no pone coto a las fiestas en barcos, locales y plena calle con multitudinarios botellones, no puede acabar matando moscas a cañonazos encerrando a las 'ovejas' en el redil -permítaseme el símil, tan real como que en veterinaria si actúa igual que en epidemiología- para evitar que el contagio chafe las expectativas de un sector seco que espera a los británicos desaforados como agua de julio . Me pongo en la piel de estos padres cordobeses, y probablemente actuaría del mismo modo una vez ha estallado la 'bomba'.
La Fiscalía balear ha dado en clavo al advertir a la Consejería de Salud de que lo que hizo, dentro de una situación de gravedad, fue un rotundo error , desproporcionado e injustificado. Sin concretar ni el objeto ni el individuo afectados por el contacto estrecho, sino más bien cortando por lo sano en varios días y reduciendo de forma obligatoria a muchos menores en un hotel para evitar males mayores sin pararse a preguntar ni la edad, ni el nombre, ni el día que llegaron a Mallorca ni dónde estuvieron . Tal y como un rastreador hace a diario en Andalucía o en la propia Baleares para fijar el efecto del positivo. O sin contemplar como contactos a trabajadores de los conciertos, camareros de las fiestas o personal e inquilinos de los mismos hoteles.
No todo vale para salvar el verano , ni todo vale en un panorama donde los expertos día tras día advierten de la precipitación en el aperturismo político frente a una incidencia que repunta y vence a la carrera de la vacunación, que tiene a esa población más joven desnuda y en la que se centran los focos actuales en Mallorca, Córdoba o Ferrol. No va a ser ni el primero ni el último de los brotes que se asomen a la actualidad estos días.