Pretérito Imperfecto

El kilowatio del Distrito Sur

Cruzar el desfiladero de cada día es pura épica en el Sur. La vida tras los números y sin explicaciones de la izquierda

Dos vecinos pasan delante de un bloque en el Sector Sur Valerio Merino
Francisco Poyato

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Hubo un día en que Sánchez llegó a pisar el distrito Sur de Córdoba . Por aquel entonces paseaba por las calles, gastaba suela de zapato y no moqueta. Un distrito al que los estudios del INE vienen colocando desde hace años entre los más pobres de España.

Aún no era sumo presidente y recolectaba afectos e intenciones de voto antes de que los cebara el CIS de Tezanos. Casualidades de la vida, fue de la mano de aquella fundación afín al PSOE de Córdoba a la que le gustaba dar mordidas a los sueldos de los parados que contrataba con ayudas de la Junta de Andalucía. Y a la que después un juzgado acabaría imponiendo una amistosa condena ‘low cost’ sin que supiéramos, finalmente, donde fueron los miles de euros urdidos.

Aquel relato de la izquierda por las calles del Cerro o Fray Albino era el pan nuestro de cada día. El elixir del aparato. Los achuchones de la hoy tertuliana Susana Díaz, los mítines de relleno, la sonrisa horizontal de Doñarrosa, las proclamas antiPP por la pobreza energética, los programas de humo de los consejeros de turno, los corrillos electorales, los planos de promesas, las incursiones asépticas cuando gobiernan, por la tranquilidad de ser un nicho fiel -lo mismo que le ocurre a la derecha con otros ámbitos-. Las obritas de compromiso, los chiringuitos oficiales y los jóvenes cachorros del partido fraguándose en el campo de entrenamiento.

Hoy, más de un cordobés y cordobesa del distrito Sur se acordará por las noches mirando al techo de aquel espigado Sánchez con el que todos querían fotografiarse entonces. Cada vez que leen la factura de la luz en la que el kilowatio es como una puñalada trapera al filo de la medianoche y por la espalda, al sur del sur.

Cuando tiene que echar gasolina para irse a trabajar, con suerte, al tajo o el andamio. Cuando tienen que comprar la bombona de butano. Cuando levanta la persiana de la pequeña tienda o peluquería que da de comer en su casa y tiene que pagar impuestos y más impuestos. Ni el autónomo, ni el IVA, ni el alquiler. Llueva, haga calima o ande suelto el Covid. Te roben o no. Cuando tiene que hacer la lista de la compra, ajustando con tachones por economía de guerra o desabastecimiento del monedero. Y la pensión de la abuela no da más de sí.

También se acuerdan de aquellas interminables ristras de dirigentes que llevan bastante tiempo sin darse una vuelta por el Campo de la Verdad, Fray Albino, Sector Sur o el Guadalquivir. Cómo puede ser que aquellos arrumacos de entonces se hayan vuelto olvido áspero en los camaradas de toda la vida a los que ya no les seduce mucho la idea de tener que volver para dar explicaciones sobre las tarifas de la luz, la cesta de la compra, el precio de los combustibles y la desaforada presión fiscal que ahoga aún más al que a duras penas saca la cabeza a flote. ¿Dónde están ahora...?

Cruzar el desfiladero de cada día es pura épica en el Sur. La vida detrás de los números.

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