Pretérito imperfecto

El granero menguante

El silo pierde grano y el votante socialista empatiza con Moreno mientras se despega de los suyos

Espadas y Sánchez durante un acto electoral en Granada EFE
Francisco Poyato

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Andalucía fue siempre el granero de voto socialista , pero el estado demoscópico de la cuestión sitúa al silo electoral en modo menguante. La concurrencia de sondeos atisba un cambio sociológico y político, la confirmación de la alternancia en el poder tras el pacto de 2018 entre PP y Ciudadanos.

Siguiendo la línea discursiva de las encuestas , sería la consolidación de ese giro, con el triunfo de los populares y un segundo mandato de gobernanza tras los cerca de cuarenta años de factura socialista. El verdadero cambio de tendencia, y no un paréntesis de cuatro años como sucedió en otras autonomías ( Extremadura por ejemplo). Eso está, aún, en el terreno de lo probable y sólo, como reza el clásico, será la encuesta definitiva del próximo domingo 19 la que calibre la foto final en este cuadro impresionista.

Entre tanto, Juanma Moreno intenta huir de la autocomplacencia de los sondeos y los suyos, de las aclamaciones a pie de calle y los ’selfies’ convertidos en adhesiones inquebrantables. De los humos de euforia, las procesiones civiles por las agrociudades socialistas y la atrayente sensación de un triunfo contundente. Pero es que hasta la letra pequeña de las encuestas destila indicios muy llamativos en el que parecía territorio vedado a la derecha. En una tierra del centro a la izquierda.

Mientras Sánchez se va descolgando subliminalmente de un posible fracaso sonoro de Juan Espadas , sus propios cocineros, como el caso de Tezanos, describen el desapego de los votantes socialistas hacia su candidato y el crecimiento de su empatía hacia Moreno.

La última encuesta del CIS -a la que como en otras hay que poner en remojo y cuarentena- señala que más del 60 por ciento de los votantes andaluces del PSOE aprueba la gestión de Juanma Moreno , al que dan un 5,25 de nota media (6,23 a Juan Espadas). Y uno de cada tres electores socialistas está indeciso entre apoyar a sus siglas o las del PP. Echen la memoria por unos segundos atrás y piensen si esto hubiera sido posible hace una década o más.

Los gurús de Sánchez han vuelto a situar a su candidato en el mismo callejón estratégico que sus antecesores en Madrid y Castilla y León con el unívoco argumento de la ultraderecha de Vox -el nuevo fantasma azuzado toda la vida- aderezado con el cínico argumento de la corrupción en la fábrica sociológica y política de los ERE.

Ni la corrupción está entre las cinco mayores preocupaciones de los andaluces ahora mismo, ni la ultraderecha entre las veinte primeras . Añadan a ello el resultado obtenido frente a Ayuso y Mañueco, matizado por las singularidades de cada rincón, pues no es Madrid, Andalucía ni ésta la ancha Castilla.

Si volvemos a la concurrencia de sondeos oficiales y no oficiales, el crecimiento de PP y Vox más los restos de Ciudadanos dejarían una Andalucía en la que dos tercios de sus votantes se decantarían por el centro-derecha o la derecha más abigarrada. Impensable. Pero seguimos en el terreno de lo probable, y hasta el rabo, todo es toro.

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