Pretérito imperfecto
Enfermedad y ruina
«Así llevamos un año. Enfermedad y ruina, mientras otros siguen a lo suyo...»
Más fatigado que nunca y agarrado a su mochila como quien se sujeta a la última piedra de un precipicio, decidió parar a tomarse un café en un bar que había terminado de disponer el ‘tetris’ de sus veladores. Siempre recurrió a él con la mirada, a unos pasos del Reina Sofía , pero nunca decidió sentarse a respirar un cortado, oliendo el verdor fresco del Parque Cruz Conde, cuando pasaba caminando de vuelta a casa. Desde que todo empezó, frecuentaba lo menos posibles esos ratos que antes eran un paréntesis de silencio y encuentro consigo mismo tras la guardia. Una diligente mujer, con una insuperable belleza de primera mañana, tan natural como enigmática tras la mascarilla, terminaba de distribuir el puzle de utensilios, distancias y desinfectantes entre las mesas de madera y una barra inhóspita. Estaba sola, en un local impoluto, dispuesta a una nueva batalla por la incertidumbre, mirando a ninguna parte.
La jornada había sido interminable en Críticos . No era capaz de asumir el trabajo bajo el EPI hacía meses y sus enfermos llevaban unos días sin atisbo de mejora. Una recuperación tan jodida como lenta. Avances minúsculos, pero retrocesos imprevistos. Los datos oficiales no tienen nada que ver con las historias personales. Manuel lleva bocabajo una semana. Tiene 67 años y había disfrutado como nadie de aquel almuerzo de Reyes con sus nietos tras darles los regalos y chocar sus puños dos meses después de la última vez que se vieron. Junto a su cama está Álvaro, 48 años, ligado a su respirador y luchando por el último soplo de vida. Cada vez que hablan con su mujer por el móvil, media guardia acaba frotándose los ojos llorosos. Hacía un año que los dos habían encontrado trabajo, con tres hijos y muchas trampas, y la vida se había enderezado, por fin, tras algunos despistes peligrosos. El ánimo en la planta sube y baja como un encefalograma, aunque es imprevisible. Y luego está Rosario. Ayyyy Rosarillo y su neumonía bilateral ... 80 años, viuda, dependiente, años esperando a que la burocracia cruel e indecente se apiade de ella para reforzarle la ayuda con alguna persona. La costurera más famosa del Campo de la Verdad. Y la más guapa de aquellos años duros, casi tanto o más que estos. Pero con una fuerza a prueba de fuego. Siete hijos sacó adelante dejándose la vista en la máquina de coser. Siempre en el límite...
-« Es el primer café que pongo hoy . A ver cómo se da el día».
-«Es el tercero que me tomo, y ya no me hacen nada . Al menos puedo disfrutar de esta soledad».
-«No se preocupe, bullas las justas , salvo que ahora con lo de las 21.30 la cosa se tensa con las copas y acabo de pelea con los clientes. Es un sinvivir. Es un agobio diario. Es la ruina».
-«Si pasaran una noche conmigo , se acabarían los jueguecitos...».
-«Ese es el problema, nos ocultan el dolor y el sufrimiento y seguimos ajenos a lo que pasa».
-«Así llevamos un año. Enfermedad y ruina , mientras otros siguen a lo suyo. ¿Cuánto es...?».
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