Pretérito Imperfecto

Diego Márquez, el comisario que escribía cuentos

Diego Márquez se fue en el mismo suspiro que destila una media verónica de Finito que nos deja cabilando

El ex comisario provincial de Córdoba, Diego Márquez, en una entrevista con ABC Córdoba Valerio Merino
Francisco Poyato

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Diego Márquez se fue en el mismo suspiro que destila una media verónica de Finito . Nos ha dejado cabilando, como cuando desde el callejón le buscaba a esos lances de Juan mil explicaciones, cien formas de describirlos y una sola manera de contarlo, la suya y en ABC . Hojas manuscritas en ristre, hacía el particular paseillo por la Redacción donde, a decir verdad, le esperábamos con entusiasmo, porque eran esos momentos frescos de la larga jornada en que conseguía sacarte una sonrisa y disfrutar con lo que escuchábamos, aprendíamos y escribíamos a su dictado. Viéndose él una 'rara avis' en nuestro mundillo de jergas y velocidades.

Sin perder nunca la impronta de comisario de la vieja escuela , en la cercanía, desprovisto de andamiajes, era una persona tremendamente tímida, pudorosa, sencilla, cabal, entrañable, afectuosa, leal que deambulaba entre la vida de los humanos y la de sus animales y la naturaleza. Sus galgos. En un lado encontraba las razones del otro, y viceversa.

Escondía en el fondo una vis de bohemio y artista que compartía de manera discreta en sus cuentos. Varios llegaron a mi correo durante años, alentados desde esta Casa, y ahora no me perdono el no haberle publicado alguno, mostrando al comisario que escribía cuentos con una sensibilidad liberada de los barrotes de su humildad. Alentados por el bagaje profesional de plomo en los años duros del País Vasco y ETA como policía , intentando buscarle a la vida un sentido lejos del olor a pólvora y muerte. En la sabia senectud que se pide cuentas a cada instante.

Con él había que ir a los toros para escucharle en el callejón sin las alharacas que otros fardan como entendidos en un magisterio al alcance de pocos. Presidió los tercios desde la platea noble de Los Califas y vio como pocos el arte Cúchares cabeza entre hombros apoyada en el burladero de dentro. Se mordía la lengua en el papel porque le podía el cariño, aunque escribía con la cabeza fría y la tinta del corazón. Y Finito, ay¡ siempre Finito.

Aun retirado de los ruedos de la seguridad, era tan accesible como infranqueable como buen profesional, cada vez que uno intentaba en un ardir periodístico tomar tierra en un suceso truculento, buscando las vías de acceso al meollo de la cuestión. Respetado entre los suyos, sabios consejos a los que venían pisando fuerte. Querido entre la 'charpa' de ABC Córdoba , por la que ronroneaba buscando huecos para la buena conversación.

«Se fue tranquilo», me decía el lunes a solas en el tanatorio su hijo Diego, quien yo creo que estas horas ha ido descubriendo junto a su hermano las muchas facetas de un padre que deja el mejor recuerdo entre nosotros. Descansa en paz, Diego .

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