Pretérito imperfecto
Caballerizas Reales
Con las llaves en la mano, hora es de olvidar la tortuosa caminata y activar todos los recursos, planes y estrategias tantas veces escritas
Nunca una gestión en la reciente historia democrática de Córdoba ocupó tantos años (veintidós), mandatos (seis) y alcaldes (cinco). La propiedad definitiva de las Caballerizas Reales por parte de la ciudad — firmada esta semana — ha sido el parto de los montes, sin que la criatura haya sido un ratoncito, sino uno de los hitos patrimoniales, culturales e históricos más importantes. Tan complejo y denso ha sido el entuerto y la negociación que, finalmente, Bellido tuvo que optar por la expropiación pactada como vía más resolutiva, dilatadas todas las vías de negociación anteriores a un imposible acuerdo, y habiéndose consumido más de veinte años. Eso en política es una eternidad, y en el devenir de Córdoba otra falla más en su desarrollo.
El único alivio de este culebrón burocrático —así es el Estado , y en este caso Defensa , cuando no hay matices políticos de por medio— es que la cesión de uso pactada en precario en su día ha permitido impulsar el centro considerado la cuna del Caballo de Pura Raza Español así como tejer unas aspiraciones a las que aún les queda camino para hacer del mundo ecuestre un verdadero activo. Si las conversaciones y los avances sobre la propiedad eran lentos, el interés de la izquierda —que hasta el último momento ha intentado torpedear la resolución final con alegaciones interpuestas— que ha gobernado Capitulares en un asunto que parece darle grima y coartada engordaba esa nebulosa gaseosa en la que quedan encastrados tantos proyectos en Córdoba . Porque si Caballerizas Reales hubiera estado este tiempo en otra ciudad, tengan la absoluta seguridad de que ya habría alcanzado la dimensión que aún se nos antoja aquí un reto.
Con las llaves en la mano, hora es de ir olvidando la tortuosa caminata y empezar a activar todos los recursos, planes y estrategias tantas veces escritas y remarcadas sobre el monumento y centro que idearon en el siglo XVI Felipe II y el noble cordobés Diego López de Haro. El recinto ecuestre precisa una serie de intervenciones urbanísticas que mejoren su accesibilidad y conexión con otro pulmón turístico como es el Alcázar de los Reyes Cristianos . Es imperiosa la regularización definitiva de la gestión del mismo por Córdoba Ecuestre, asociación declarada de interés público por el Gobierno, y que durante este tiempo se ha hecho cargo del sello caballar en unas dependencias que abandonaron por la gatera en 1995 los sementales del Ejército .
También es necesaria la definición de la faceta cultural y expositiva que Bellido ha planteado sobre la cuadra principal y que supone un aliciente más para el inmueble sin menoscabo de su principal seña de identidad, y que debe plasmarse en el tantas veces repetido Centro Internacional del Caballo. Hay lugar para todos. Hora es, pues, de ir determinando plazos, financiación, proyecto y contenido de ese centro que ha abanderado durante todos estos años (y también ha aunado, con excepciones y guerrillas intestinas) al sector en Córdoba , en la práctica, una referencia nacional por sus yeguadas y ejemplares. No podemos esperar más.
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