ContraMiradas
Francisco Pino, trasplantado de pulmones: «El hospital Reina Sofía ha sido mi segunda vida»
Tiene dos pulmones prestados. Dos regalos que le han salvado la vida. Y lleva 22 años de tiempo extra. Ahora el hospital premia su ejemplo humano
El hospital Reina Sofía de Córdoba practica seis trasplantes y recibe dos donaciones en menos de un día
El Hospital Reina Sofía de Córdoba realiza el primer trasplante renal cruzado entre tres parejas
4 de octubre de 1985. Francisco Pino conduce su camión hacia la finca de la Cordobilla para cargar sacas de algodón . Algo no funciona correctamente. Su cuerpo le pesa como una mochila de plomo. Un cansancio extenuante se apodera de él. Conduce el vehículo hasta el centro de salud del Sector Sur y se somete a una revisión de urgencia.
Resultado: diez millones de glóbulos rojos en la sangre. Un auténtico disparate. «Tenía la sangre que se cortaba con la navaja», asegura hoy de forma gráfica. El médico es tajante: «Debe irse ahora mismo al hospital de Los Morales». Francisco Pino es reticente. Aún no ha terminado su jornada laboral ni ha entregado la carga de algodón correspondiente. El médico advierte: «Si no va a Los Morales ahora mismo es bajo su responsabilidad».
Francisco Pino continúa con su jornada laboral. Y cuando termina se vuelve a La Rambla . Al día siguiente, coge el autobús y se dirige a Los Morales. El diagnóstico no deja lugar a dudas: enfisema pulmonar . La situación es grave y los doctores lo ingresan de forma inmediata.
Desde ese día, su vida dio un giro copernicano. Sus pulmones no generaban oxígeno suficiente y la sangre se le espesaba como un tarro de leche condensada. Su salud se desplomó en caída libre. «Hasta entonces nunca había estado malo», declara Pino. Para desespesar la sangre, tuvieron que extraerle la mitad de los glóbulos rojos hasta dejarlos en 5 millones. Y añadirle glucosa.
Días después lo mandaban para casa. Durante 15 años esa fue la dinámica constante de Francisco Pino. Media vida en el hospital y la otra media boqueando sin respiración. «Me asfixiaba. No podía con mi cuerpo», relata desde su casa de La Rambla.
En el año 1999 pasaron su expediente médico al hospital Reina Sofía . Un día lo llamaron a consulta. El doctor no se anduvo con rodeos. «La única solución que tiene es el trasplante . ¿Usted qué dice?», le inquirió sin paños calientes. «Mañana mismo si hace falta», respondió Francisco Pino.
«Me cansaba y fui el médico. Tenía la sangre que se cortaba con la navaja»
Mañana mismo no era posible. Trasplantar un órgano no es una operación de andar por casa. Mucho menos los dos pulmones . Es preciso ingresar en un protocolo establecido con pautas regladas bajo control médico. Y luego esperar pacientemente a que llegue el donante adecuado. Y ese día llegó.
30 de noviembre de 1999. ¿Se acuerda?
No se me puede borrar. Es como si fuera el día en que nací.
A las cuatro de la tarde sonó el teléfono. Era el doctor Rafael Lama . Le dijo lo siguiente: «A las siete te quiero aquí. No bebas ni agua». Francisco Pino estaba dando un paseo con su esposa. Se volvió hacia ella y le dijo: «Nos vamos al hospital». Su mujer no se lo creyó. Y le recriminó: «Déjate de cachondeo».
Pensaba que era una de las decenas de bromas que le gastaba cada día. Pero esta vez era verdad. Francisco Pino se despidió de la familia y de los amigos y enfiló para el hospital. Ingresó en quirófano a las 12 de la noche. Los órganos llegaron a las 3 de la madrugada.
«Estaba nervioso. Es normal. No sabes si vas a salir con vida . Es una operación complicada. Por lo visto, se me paró el corazón en el quirófano. Lo mismo que pudieron echarlo a andar, podrían no haber podido y hoy estaría ya en los pinos». Salió a las 8 de la mañana del quirófano. Se despertó a las 8 de la tarde. Abrió a los ojos y vio a su familia al otro lado de los cristales.
¿Qué empezó ese día?
Volví a nacer. Hasta entonces tenía una vida muy complicada. Te agachabas a abrocharte los zapatos y te caías de boca.
¿Qué fue lo primero que hizo cuando abandonó el hospital?
Llegué el 5 de enero a mi casa. Era el día de Reyes. Me senté en el sillón y dije: «Ea. Ya estoy en la gloria». Y yo estuve en el hospital de maravilla. Tenía una habitación para mi mujer y para mí solos. Y el personal sanitario, de lujo. Las enfermeras, de maravilla. Precisamente, el otro día cuando estuve en el hospital para recoger el premio vinieron en busca mía y me pegaron unos abrazos como si fuéramos una familia.
¿Cuántas vidas tiene un ser humano?
Pues no lo sé. Pero, si es como los gatos, tiene siete.
Quien dona un órgano, ¿qué regala?
Regala la vida. Y él no lo necesita para nada. Mis órganos fueron de un accidente de moto de una persona joven . Desde que me los pusieron no he tenido problemas ninguno. Al año del trasplante, cogí un catarro y estuve seis días ingresado. Hasta hoy. Eso sí: tengo revisiones cada seis meses.
«Entré en el quirófano a las doce de la noche. Salí a las ocho de la mañana»
Usted ha tenido una vida extra.
Pero extra. Yo entré en la asociación de trasplantes y la fundadora me dijo: «Paco, tú te metes aquí con nosotros». Y he estado 18 años de presidente. He estado muy bien abrigado con el secretario y la psicóloga. De lujo.
¿El nombre del cirujano nunca se olvida?
Nunca. Ángel Salvatierra .
Gran cirujano y mejor persona.
Como cirujano es una maravilla y como persona más todavía. Cuando llego a Reina Sofía y me ve, un saludo normal no me da. Tiene que ser un abrazo. El otro día cuando vio a mi mujer fue en busca de ella. Es un hombre extraordinario. Y otra persona maravillosa es el coordinador de trasplantes: Juan Carlos Robles . De lujo.
¿Y el nombre de las enfermeras?
Tampoco se olvida por nada del mundo. Antoñi y Ana. Las dos. Verá: yo tengo un genio un poco abierto y tengo muchas amistades en el hospital Reina Sofía. Si ha habido alguna cosa en que pueda ayudarles, intentaré hacerlo.
Lleva usted 22 años con los dos pulmones prestados. ¿Algo que decir?
Solo tengo que decir una cosa: que sigan como hasta ahora. Y que la gente que vaya a un trasplante que no se corte. Que entre con positividad. Para mí, el hospital Reina Sofía ha sido mi segunda vida.
18 años al frente de la asociación de trasplantados 'A pleno pulmón'. ¿Qué ha aprendido?
Muchísimo. Yo soy casi analfabeto . Cuando tenía 12 años me fui a una alfarería, que es lo que había en La Rambla. Me quitaron del colegio porque había que arrimar una peseta en la casa. Éramos muchos de familia. No he podido ir a la escuela. No había posibilidades.
-Si yo le digo 'código 0', ¿usted qué me dice?
'Código 0' es la persona que va a 'pichacar' o recibir un trasplante rapidísimo. Es cuando una persona está ya casi para irse a los pinos.
«Quien dona un órgano, regala la vida. Y él no lo necesita para nada»
Acaba de recibir el premio Ejemplo de superación del hospital Reina Sofía.
Y siento una alegría muy grande. También por ver a muchísimos amigos y compañeros alrededor mía.
El jurado lo destaca a usted como una persona amable, cercana, valiente, positiva y entregada. No le falta un perejil.
Por supuesto que sí. Yo he estado siempre con los médicos cuando era presidente de la asociación de trasplantes y he ido con ellos a donde hubiera que ir. Y yo vivo en La Rambla . Si tenía que desplazarme fuera, me desplazaba.
¿Cómo se combate el miedo?
Yo no he tenido miedo nunca. Cuando me dijeron que la única solución era el trasplante, pues dije: «Hoy mismo». Lo que quería era tener una poca calidad de vida para poder seguir viviendo. Es lo que tiene que buscar uno: más calidad de vida lo antes posible.
España sigue siendo líder mundial de trasplantes. ¿Sabe por qué?
Porque somos muy positivos.
¿La solidaridad nos hace humanos?
Nosotros en la asociación hemos batallado muchísimo. Hemos puesto mesas aquí y allí. Hemos estado en todos sitios cambiando tabaco por una naranja. Hemos hecho mucho país pidiendo a la gente que dejara el tabaco para poder vivir la vida de otra manera.
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