Así fue Córdoba 2020
Francisco Infante, capataz de cementerio: «Era difícil decir a la gente que no podía entrar»
Este trabajador de Cecosam relata con amargura los primeros días de la pandemia en el cementerio
Hay un momento en que a Francisco Infante se le quiebra la voz. Y algo más: se le caen las lágrimas. Ya han pasado los peores momentos del confinamiento , pero recordar los peores es un mal trago. Francisco Infante es capaz de Cecosam , la empresa municipal de Cementerios y Servicios Funerarios Municipales de Córdoba, y ha tenido que pasar un disgusto muy grande cuando decía a los familiares, a veces muy cercanos, que no podían asistir al entierro de un ser querido. En los peores momentos del confinamiento, sólo podía haber tres personas cuando depositaban el ataúd en el panteón o en el nicho. «He estado aquí todo este periodo y era muy difícil decir a la gente que no podía entrar. Y cuando son mucha familia, ¿qué le dices? ¿Quién se queda sin entrar?», se lamenta.
En pocos lugares como en los cementerios se notaron las normas para evitar el contagio del coronavirus , y él tenía que explicar a una familia que llegaba muy dolida unas normas que no había puesto, pero que tenía que hacer cumplir. «Y aquí tiene la prueba de lo que dolía», dice mientras se seca una lágrima.
De quienes llegaban a dar sepultura a un familiar había gente que lo entendía y que hasta conocía las normas que tenía que acatar. «Lo aceptaban con resignación , y hasta demasiado bien», admite. Por eso hasta se presentaban tres, y no había problemas. Otros no, otros se enfrentaban a los trabajadores y se rebelaban, hasta que entraban en razón. «Sí que es verdad que cuando había más gente lo entendían, pero hay familias de siete u ocho. ¿Quién pasa?», sigue preguntándose. Lo mismo pasaba con los velatorios, que llegaron a prohibirse. O había que decir a la gente que se marcharse, porque de noche el tanatorio se cerraba.
Ahora la situación ha cambiado. Puede haber diez personas en el interior, en el tanatario, y veinte fuera, y antes eran seis y diez, que tampoco era suficiente para algunas familias muy amplias.
Otra cosa eran los abrazos . Los tiempos del coronavirus son de distancia interpersonal obligada y eso impide el gesto de que dos personas se saluden estrechándose la mano. En los funerales era mucho más difícil, porque el trance de perder a un padre, a un hermano, a una esposa, es difícil, y se tiene que consolar con brazos y cercanía física. «Hay personas que han cogido sus distancias siendo conscientes de todos, y se han respetado», cuenta.
Los trabajadores de Cecosam hablaban siempre con los familiares y les explicaban las normas , incluida la de la distancia social, pero no podían pasar de ahí. Por que otros, sin embargo, sí que se han abrazado para mostrarse el dolor y el acompañamiento. Y en ese momento, Francisco Infante sí confiesa que daban un paso atrás y no se atrevían a intervenir.
Menos personal
Los trabajadores de Cecosam han afrontado estos meses con la dificultad añadida de tener que hacer frente al mismo trabajo con menos personal , porque una parte de la plantilla, hasta la mitad algunas veces, era población de riesgo y se quedaba en casa. «Hasta siete personas para todos los cementerios, por turno. Con el capataz, ocho. Es complicado enterrar así, hemos tenido que desplazarnos de uno a otro, y lo hemos tenido que hacer sin más remedio», dice.
La limpieza se tuvo que resentir. Así tenían que afrontar inhumaciones en las que tiene que haber un mínimo de dos personas , con algo de ayuda si el ataúd en ocasiones pesaba demasiado.
En la empresa municipal hay un protocolo para actuar cuando haya algún fallecido por Covid-19, y eso no ha sido infrecuente en estos meses. «Llevas un mono superior, la mascarilla, las gafas con pantalla protectora, los guantes de látex y otros de neopreno que son más gruesos. Al terminar, excepto los guantes que se lavan con lejía, todo se destruye, y se fumiga el lugar por el que ha pasado la comitiva».
Ahora la normalidad ha regresado en parte, aunque siguen las restricciones, pero la experiencias de la fiesta de Todos los Santos , y de los días anteriores y posteriores, ha sido buena, porque el sistema de cita previa permitió llegar a todos los que querían visitar las tumbas de sus seres queridos. La vacuna dirá cuándo habrán terminado las duras escenas de las despedidas mínimas.
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