Contramiradas
Fosforito: «El flamenco duele»
Un grande. Un cantaor inabarcable. Enciclopédico. Respetado en el mundo del flamenco. Que deja una obra descomunal. Imperecedera. Un hombre sencillo. Cabal. Irrepetible. Fosforito
Solo cinco artistas han recibido la Llave de Oro del Cante desde su creación en 1868. Fosforito es uno de ellos. Y el único vivo. Su nombre brilla en el Olimpo junto a Tomás el Nitri , Manuel Vallejo , Antonio Mairena y, cómo no, Camarón . Antonio Fernández es un cantaor monumental. Uno de esos artistas enciclopédicos que contribuyó como pocos a cimentar un arte centenario nacido en los márgenes de Andalucía. A sus casi 88 años, conserva una memoria sobrenatural . Por sus recuerdos, desfilan fechas, nombres propios y tablaos con una precisión casi milimétrica. Atiende a la llamada de ABC con una amabilidad exquisita. Vive en Málaga desde hace años. Y acaba de atravesar la pandemia con la entereza de los flamencos eternos.
Decía Miguel Ríos que los viejos rockeros nunca mueren. ¿Y los viejos flamencos?
Los viejos flamencos no mueren nunca porque lo llevamos en la sangre.
¿Ha hecho usted todo lo que tenía que hacer?
He hecho mucho. Siempre queda alguna cosilla, pero no tengo memoria para decirlo. Tengo unas grabaciones inmensas. Me refiero a la cantidad. He tocado casi todo. Y sigo escuchando a gente joven en los festivalitos y en los concursos donde me llaman.
Con ocho años ya cantaba en las tabernas de su pueblo. ¿Hay mejor escuela para el cante?
Yo eso no se lo deseo a nadie. Ahora hay otros medios para cantar. Vengo de una familia de artistas. Mi tío era Niño del Genil. Mis primos, guitarristas ; mis primas, bailaoras ; y mi padre, cantaor . Cuando terminó la guerra, con ocho años, empecé a cantar. Eran momentos muy difíciles que hemos superado. Y no vamos a hablar de amarguras.
Entró con apenas 23 años en el Concurso Nacional de Cante Jondo de Córdoba y salió convertido en toda una figura.
Recuerdo el Concurso con mucho cariño. Han pasado 64 años. Me dieron 35.000 pesetas por todos los premios. Un dinero suficiente para organizar un espectaculito y hacer una turné con cantaores que habían ganado los segundos premios. Fuimos a Sevilla y allí conocí a Juan Mojama, El Perrate, María la Moreno, Miguel de Marchena. Me hicieron un contrato para debutar en el Teatro de la Zarzuela (Madrid) con Mariemma. Me contrataron en el Corral de la Morería y me salió una gira para Oriente Medio : Turquía, Líbano, Damasco, El Cairo. Yo qué sé. El punto de apoyo para levantarme fue el Concurso de Córdoba .
¿El flamenco ya no es lo que era?
Es diferente pero ahora se canta muy bien. El flamenco evoluciona dentro de sí mismo. Hay algunas tendencias aflamencadas, pero esas no me interesan. Nadie es quien para poner puertas a la creación. Lo peor es llamar flamenco a lo que no es.
¿Y si no hay quejío no hay flamenco?
El flamenco duele. Lo jondo no es el nombre sino cómo se interpreta. Como decía un patriarca gitano de Cádiz, «una seguiriya mal «cantá» no es mejor que un buen fandango». No hay cante chico sino cantaores grandes.
Solo hay cinco Llaves de Oro del Cante. Y una es suya. ¿Cuáles son sus méritos?
No lo sé. Hablar de la historia de las Llaves es muy complicado. La Llave empezó a tomar importancia con Antonio Mairena. La dignificó. En el año 1925 se la entregó a Manuel Vallejo, que era un cantaor maravilloso. ¿Era el mejor cantaor entonces? Bueno, ahí estaba Chacón, la Niña de los Peines , Tomás Pavón, Manuel Torre. Había cantaores monumentales. O la de Camarón a título póstumo. Era un cantaor maravilloso. No hay oposiciones a la Llave. Hay alguien que está por encima de ti y te señala. Luego me tocó a mí. Y lo agradezco profundamente.
¿Los premios le alimentan?
Los premios satisfacen. Cuando me llegó la Llave ya tenía un montón de años. En el año 2005 ya estaba en retirada. Me retiré oficialmente en 1999 en el Teatro Conde Duque de Madrid , en un homenaje que me dio el Ayuntamiento.
«Recuerdo el Concurso de Córdoba con mucho cariño. Han pasado 64 años. Me dieron 35.000 pesetas por todos los premios y fue el punto de apoyo para levantarme»
Llegó usted a hacer 300 festivales en un año. Hoy es difícil hacer 300 en toda una vida.
Verá usted: cuando tenía 40 años podía con el mundo. Eso creía yo. Era el apogeo de los festivales y mi forma de cantar interesaba a mucha gente. No tenía que haber hecho tantos. A algunos sitios llegaba con la lengua fuera. Y uno sale siempre a dar el corazón.
Han desaparecido ya algunos de los grandes: Camarón, Paco de Lucía, Enrique Morente.
Es una pena que hayan muerto tan jóvenes. En pleno apogeo murió Camarón. Era un artista genial. Y un pedazo de pan. No se podía ser mejor persona. A Morente lo he tratado menos. Pero era un artista creador. Y Paco era un genio. Tanta gente desaparece y nos deja su huella y el corazón dañado.
¿Hay recambio de futuro?
Hay mucha gente joven que canta muy bien. No me atrevería a dar nombres. Hay siete u ocho que son maravillosos y muy completos. En mis tiempos no eran tan completos, quitando cuatro o cinco. Y los aficionados hoy son muy exigentes.
Si yo le digo «flamenquito», ¿usted qué me dice?
Que son tonterías. Que se han aprovechado. Le ponen el marchamo de flamenco porque vende mucho. Aplicarle flamenco porque en un momento haya un giro en un sonido que suene aflamencaíto , pues no. El flamenco es otra cosa. No estoy de acuerdo cómo se apropian de la palabra flamenco.
¿En flamenco está todo inventado?
La esencia sí. Pero todo el mundo puede aportar algo nuevo. Un color de voz distinto siempre que respeten el gustito. Las esencias van a estar ahí siempre. Cada vez que sale un cantaor, detrás de él hay un montón de voces ancestrales que les ha dado la herencia verbal. El flamenco se ha ido formando como las estalactitas. De todas las culturas que han ido depositando esas esencias hasta conformar esta nómina de cantes inmensa.
«Camarón era genial. Y un pedazo de pan. Un día fui a ver a Paco antes del concierto. Y me dijo: ‘No tengo ganas de tocar. Estoy muerto’. Luego salió y la lió. El veneno del arte»
¿Hoy Fosforito hubiera salido a hombros por la puerta grande del cante?
Yo ya no existo como cantaor. Yo he respetado siempre los cantes. He cantado todo. Hice una antología con Paco [de Lucía] de 48 cantes. Pero a mí me da vergüenza hablar de mí mismo.
Vicente Amigo nos dijo en una entrevista: «Busco lo que todo el mundo: un poquito de felicidad». ¿Y usted?
Yo he sido feliz cuando canto. Y aunque me aplauda mucha gente, si no me gusto me queda un momentito amargo. Porque el flamenco duele. Pero no puedes vivir con el dolor. Tienes que seguir para adelante. Cuando fui a ver a Paco al Real antes del concierto, que están solos durante una hora, entré porque era mi amigo de toda la vida. Y me dijo: «No tengo ganas de tocar. Estoy muerto». Luego salió y la lió. Es el veneno del arte . Y le quedó la satisfacción de lo bien hecho. Eso es un sentimiento íntimo que no puede tener nadie. Es intransferible. El alma del cante no se puede enseñar.
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