Tribunales
Forenses en Córdoba, la ciencia que se pone al servicio de la justicia
ABC entra en el Instituto de Medicina Legal donde 17 forenses escriben a diario informes clave para la resolución de casos. Cada día, se practica una autopsia en las instalaciones del centro
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Son las las 11 de la mañana y la primera sala de autopsias del sótano de la Ciudad de la Justicia de Córdoba está vacía. No es lo habitual. Diariamente se practica una autopsia de media en el Instituto de Medicina Legal (IML). Fueron 290 necropsias en 2021. Sin embargo, más del 50 por ciento de estos análisis forenses concluyen que la causa de la muerte fue natural .
«¿Que si los cadáveres hablan? Hablan si sabes escucharlos». Detrás de esta respuesta a ABC está el director del Instituto de Medicina Legal (IML), José Sáez , al frente de los 17 forenses en estas instalaciones modélicas de la Ciudad de la Justicia de Córdoba. «Nuestro IML es la envidia de otras provincias», apostilla quien dirige esta institución desde 2007.
Sáez es, ademas, profesor asociado de Medicina Legal en la Facultad y médico forense desde 1986. La autopsia, cuenta el director del Instituto, comienza con el levantamiento del cadáver ; si hay sospecha de muerte violenta se judicializa la muerte. No hay levantamiento sin forense. Hay tres de guardias al día.
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El peor momento, cuando se trata de menores . Otro mal trago, la llegada de la familia de la víctima al lugar de los hechos. «En este punto hay que destacar la destreza y el control del estrés de los agentes de las fuerzas de seguridad, hacen una labor impresionante con los familiares», recuerda el director del centro.
A la llegada al IML, el reflejo del acero inoxidable, los cubículos geométricos de las ventanas y las paredes blancas, impolutas. Sólo un recipiente hermético de plástico con un c orazón aguarda en formol un análisis para que desvele por qué dejó de latir en una persona joven. «El corazón lo cuenta todo», apostillan los forenses Pablo Pérez Jorge y Sáez.
Los casos que llegan a estas salas del IML de Córdoba , dependiente de la Consejería de Justicia, son por decesos que no han podido ser certificados por un médico . Es decir, las autoridades han hallado signos de violencia o una muerte repentina de una persona sin explicación clínica aparente.
En un laberíntico entramado de pasillos y salas vanguardistas con circuitos separados -limpios y contaminados (como si de un área de quirófano se tratara)- aparecen estancias como las de riesgo biológico. El aire de esta sala de autopsias, para hacerse una idea, se renueva completamente cada cinco minutos y sale por la planta alta del edificio por una chimenea a cinco metros de altura, apostilla el forense coordinador Juan Antonio Gómez.
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Detrás de unas enormes puertas herméticamente cerradas se esconden desde salas para grandes catástrofes con capacidad para albergar de forma simultánea a 45 cadáveres -que espera que nunca se lleguen a estrenar- a dos congeladores con cabida para seis cuerpos o cámaras frigoríficas para 16 personas.
«Hay veces que un cuerpo ha pasado más de un año y medio congelado a la espera de ser identificado o de que pueda r ecibir sepultura por parte de los servicios sociales», cuenta Sáez. Lo normal es que apenas pase 24 o 48 horas un cadáver en estas instalaciones que cuentan con una sala de identificación en caso de que sea necesario.
Sí, tiene un cristal como el de las ruedas de reconocimiento de las películas de policías. «En cualquier caso, una vez que a un cadáver se le practica la autopsia , se deja en las mejores condiciones para que pueda ser enterrado o incinerado, pero este no es el lugar para verlo; sino en el tanatorio . Las familias lo entienden», apostillan en el Instituto.
El equipo no sólo lo forman médicos forenses. Es multidisciplinar: auxilio judicial , tramitadores, secretario, psicólogos, trabajadores sociales o un auxiliar de autopsia trabaja con unos protocolos de excelencia y con la máxima discreción.
José Sáez, director del centro: «¿Que si un cadáver habla? Habla si sabes escucharlos, si estás atento a lo que quiere contar»
A los familiares se les da la información necesaria, sin ahondar más en el dolor, preservando en todo momento los detalles que pudieran ser claves para una posterior investigación judicial.
De la labor que hacen, lo más llamativo -aunque sólo supone un 15 por ciento del volumen de su trabajo son los casos penales- y aún más los que llegan a las salas del jurado. Estos informes versan sobre materias como una posible negligencia médica, reconocimientos psicológicos , estudios psicosociales de la familia, delitos contra la libertad sexual, lesiones, psiquiatría o violencia de género .
De ellos depende en gran parte que un tribunal incline la balanza a un lado u otro de la Justicia. La memoria del último año del IML recoge que durante 2021 se realizaron 8.457 informes , lo que ha supuesto un 15,97 de incremento respecto a 2020. Es decir, se ha vuelto, incluso superado, a los niveles de carga de trabajo previos a la pandemia.
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A veces la autopsia se realiza a restos óseos -si se constata que tienen más de 25 años, corresponde a Patrimonio-, puntualizan desde el IML. Como anédota, una vez llegaron al centro restos óseos procedentes de una alcantarilla . Una vez analizados resultaron no ser humanos sino vacunos, Descubrieron que los vertía una carnicería .
En cuanto a servicios de clínica forense se realizaron 2.509 informes por lesiones; 2.006 de psiquiatría , 77 por delitos contra la libertad sexual, 636 por violencia de género y hasta 468 estudios psicosociales de familia. En total, durante 2021 este equipo realizó 6.267 informes forenses en Córdoba.
Haciendo una diferenciación de los dos apartados mayoritarios de las cifras, en cuanto a lesiones se refiere durante 2021 se registraron 2.126 lesiones por agresión , 43 laborales, 174 de tráfico y 88 extrajudiciales, entre otros.
En cuanto a informes de psiquiatría, por consumo de sustancia se realizaron 73 casos, de imputabilidad 180, de incapacidad 214 y de internamiento 1.478, entre otros. Estos incluyen no sólo a los que se realizan en la capital sino en la provincia a través de los forenses que se trasladan a los pueblos.
Es el caso del forense José Miguel Segura , que lleva la zona Pozoblanco-Montoro desde 2003. Este médico del IML recuerda en su consulta de la Ciudad de la Justicia que el trato en los pueblos es distinto, de complicidad y cercanía. Allí no se realizan autopsias, recuerda el doctor Segura, sólo informes clínicos . Entre sus anécdotas cuenta cómo una vez preguntaron en el juzgado de uno de estos pueblos por «don Florencio» porque le sonaba a la palabra «forense».
Hay cadáveres congelados que han pasado más de un año y medio en estas instalaciones hasta que son identificados
Junto a él, otra de las compañeras del servicio clínico de forenses, Alicia Berenguer -una de las seis mujeres forenses del IML de un total de 17 facultativos-, cuenta cómo puso en marcha la Unidad de Valoración Integral de Víctimas de Violencia (UVI) hace más de 15 años. «Hasta poco antes, las ciencias forenses eran un mundo de hombres», añade. «Hace 20 años, cuando acudía al levantamiento de un cadáver siempre pensaban que el hombre era el forense y yo la jueza; eso ya ha cambiado, hacemos todos el mismo trabajo», cuenta Berenguer.
La misión de una autopsia no es otra que dar respuesta a los interrogantes de las partes en un juicio, explica Sáez. Después de más de 30 años saben cómo hablarle a un jurado. Sin tecnicismos .
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