Mario Flores - EL DEDO EN EL OJO
Ave Fitur
El tiempo que nuestros políticos están de parranda es tiempo que no dedican a sus responsabilidades
Una vez estuve en Fitur. Fue hace ya algunos años. En aquella ocasión fui invitado junto a dos compañeros para presentar en dicha feria el Festival Internacional de Jazz de Lucena . Los gastos de dicho desplazamiento corrieron por cuenta del bolsillo propio, como no podía ser de otro modo. Tras la experiencia casi me prometí que allí iba a volver Rita la Cantaora, su hermana o un señor de Cuenca (ciudad que, por cierto, a buen seguro tiene una destacada presencia en dicha feria).
Lo cierto es que mi fobia al evento emergió subitáneamente al socaire del espectáculo que allí se ofrecía; y no me refiero a los diferentes eventos artísticos, culturales o multimedia que se disfrutaban, que eso estaba muy bien, sino al bochornoso espectáculo que se representaba al ritmo que marcaba el desfile de: presidentes de parlamentos regionales de España, alcaldes , tenientes de alcalde, concejales de variada la cosa, concejales de la oposición en solazada y conciliada actitud, técnicos de mediano y pequeño postín, presidentes de diputación , sus asesores , chóferes y compañeros mártires correspondientes, subdelegados del gobierno de la Junta , presidentes de mancomunidades, vicepresidentes de la misma cosa, técnicos de esos organismos, cónyuges, primos y parientes arrimados, cocineros (antes que frailes), presidentes de asociaciones, vicepresidentes de lo mismo, miembros de las antedichas, medios de comunicación locales con toda su cohorte de agregados y personajes de toda laya que se pavoneban por Fitur como si allí hubieran nacido y criádose.
Ya la exhibición comienza el día que «nos montamos en el AVE ». En una especie de grotesca danza los antedichos personajes se desahogan y regodean entre desagradables grititos de «sí, sí, sí, nos vamos pa Madrid» que pudieran provocar el bochorno del más templado. Y la función continúa durante el viaje al contemplar la cara de asombro con que algunos encaran el viaje convertidos en un trasunto de Paco Martínez Soria con su «Chivi» amarrada por el cuello que viajara a la capital; algunos pretenden disimular dejando los aires provincianos a un lado pero el pelo de la dehesa se nota de cualquier modo. Llegados a Ifema el «fituriano» entra en éxtasis al contemplar aquel espectáculo pero, sobre todo, inicia un proceso de fibrilación cuando recibe su acreditación que, inmediatamente, se coloca al cuello como si aquello constituyera un galardón o reconocimiento a sus muchos méritos. ¡Pero qué les gusta a estos personajes colocarse una acreditación al cuello!
Luego, ingresados ya en el recinto, se dirigen hacia el mostrador del terruño donde se exhiben las bondades del municipio, de la mancomunidad, de la provincia o de la región y brincan de alegría al pretender que por fin el pueblo se coloca en el escaparate del mundo , que ya se ha conquistado Madrid y que, desde allí, solo se puede ir al cielo.
En esa feria de las vanidades que cada año se celebra en el foro imagino que ocurren estas cosas con cargo al presupuesto, aunque no lo puedo afirmar. Lo que sí puedo aseverar es que el tiempo que nuestros políticos y derivados están de parranda es tiempo que no están ocupándose de sus verdaderas responsabilidades o respondiendo a las auténticas necesidades de sus convecinos. Y eso, mire usted, no está bonito. Los auténticos profesionales del turismo pasan casi desapercibidos eclipsados por los oropeles de cuantos arribistas y trepas abarrotan aquello. Ya podían estos políticos ser más socialmente sensibles y sortear cada año el viajecito de marras entre los vecinos más desfavorecidos para que pudieran disfrutar de estas cosas. Fitur terminó ayer. En el fondo es la envidia la que me corroe. ¿Podré ir yo a Madrid algún día?