Primera Plana
Una fila que es una alegría
En la Noche del Patrimonio, ante el Alcázar había una cola enorme y me emocioné con un símbolo de vuelta a la normalidad
Cuando el Covid nos encerró en casa , nos dimos cuenta de inmediato de que íbamos a echar de menos cosas tan cotidianas como salir a dar un paseo, ir al teatro, al cine, al Arcángel o abrazar a nuestros padres que, si tenían una edad, se habían convertido de golpe y porrazo en un grupo de especial riesgo si el bicho asesino les atacaba. Por eso, cada vez que le arrebatamos una de ellas a la pandemia , sentimos un pellizco en nuestros corazones , infartados de pena por la pandemia.
La batalla está siendo tan larga y dura y uno está tan necesitado de alegrías, que no sabes con qué se te va a poner un nudillo en la garganta . A mí me sorprendió una de esas situaciones el sábado , cuando fui a la zona de la Mezquita-Catedral para cubrir para ABC una nueva edición de la Noche del Patrimonio , en la que museos y monumentos abrían de forma gratuita tras caer el sol. A eso de las nueve y media, poco después de haber arrancado la iniciativa, las calles del corazón de Córdoba exponían un ambiente animoso , que retrataba la esperanza de que la normalidad se abra al fin paso y que no se la lleve por delante una sexta erupción del coronavirus, que con su lava de dolor lo arrasa todo —un mensaje de ánimo si algún palmero lee esta columna—.
En la Puerta del Puente, también había gentecilla y me dirigí al Alcázar para acabar mi reportaje. Y ahí me topé con una cola . Pero no una de esas minúsculas, jibarizadas por la epidemia. No. Ésta era de considerables dimensiones . ¡Era una fila preCovid! Se la dibujo, lector, con palabras —ya sé que hay fotografías y videos de ella, pero es que a mí me pagan por escribir—. Partía de la puerta de la fortificación, hacía una u en los jardines que ahí frente a este monumento y llegaba hasta el acerado de Caballerizas.
Y por un instante me emocioné —si alguien me hubiera dicho hace dos años que eso me iba a pasar con una hilera de gente, me hubiera reído de él hasta caer desfallecido del agotamiento de tanto carcajearme—. Porque ahí sí palpé un gran símbolo de vuelta a la cotidianidad . Allí, estaban cordobeses y turistas deseando beberse nuestro patrimonio y la noche después de que el coronavirus nos sirviera una ley seca con la que lo único que podíamos degustar al caer el sol era toque de queda .
En la cola, había viajeros deseando asaltar un pedazo de nuestra historia ; paisanos queriendo reencontrarse con una de las joyas históricas de nuestra ciudad con una perspectiva distinta; algunos con cara de qué hago yo aquí; personas pacientes e impacientes; niños jugando al escondite , padres corriendo detrás de sus pequeños o señores y señoras sentados en un banco mientras habían logrado convencer hábilmente a su pareja para que guardara el turno... Vamos, la vida misma , la que habíamos conocido antes de esta pesadilla. Esperemos que haya regresado de una vez por todas para quedarse. Estamos deseando hacerle un monumento a la normalidad , que sea un patrimonio que nadie más nos vuelva a robar .
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