RAFAEL ÁNGEL AGUILAR SÁNCHEZ - El NOrte del Sur
La ficha de dominó
Hemos andado el camino hasta la elite patrimonial para que ahora se nos cuele en el Alcázar Viejo un seis doble con sombrero cordobés
No es ninguna novedad: los políticos son los últimos en enterarse. Pasa en todos sitios. En la capital del Reino y en la periferia provinciana. Los ciudadanos van a las urnas cuando se les manda, votan lo que votan y lanzan el mensaje que lanzan. Que la era de las mayorías rotundas ha pasado. Que los líderes (?) ya no les convencen. Que quieren otra cosa: nuevas formas, gente fresca o al menos la gente de siempre pero con un poco más de cintura, sin ataduras, sin argumentarios, con ganas de hacer algo por los demás aunque los demás no sean estrictamente los suyos. Pero nada. Los de arriba no se coscan. O no quieren hacerlo. El pueblo al que apelan, al que proclaman sin empacho que se deben les pone bien clarito la tarea de entenderse, de sentarse en una mesa a tratar de llegar acuerdos sobre cosas concretas, de formar un gobierno con más soluciones que consignas. Y no hay manera. Es que parece que no tienen otra cosa que hacer que enredarse en sus inquinas, que consumirse en el infundio, en las riñas que no sabe nadie a quién le interesan de verdad. Con la que está cayendo. Ellos, los de los estrados y los de las siglas, van por detrás. Y encima pretenden que el personal les siga. Otra vez.
Aquí, en Córdoba, más de lo mismo. El fenómeno es viral, como los vídeos frívolos que circulan por internet. El dueño de un patio monta sus macetas, encala sus muros, le da el alimento del abono a los geranios, renueva el agua del pozo y resulta que los figuras de la calle Capitulares obran el milagro de cargarse, o casi, lo que lleva décadas funcionando por sí solo. Son unos artistas. Apenas unos días lleva en marcha el certamen que viene a representar lo mejor que tiene Córdoba y sucede que los amigos del bipartito o del cogobierno o de lo que quieran autodenominarse van y meten la pata. Hasta el fondo. Resulta que los mismos líderes de izquierda que el 1 de mayo marchaban en plan «Novencento» desde la glorieta de la Cruz Roja a Ronda de los Tejares como aguerridos abanderados del empleo digno van y tienen el descaro de querer pagarles cuatro euros por hora a los controladores de las casas con patio en concurso. Eso lo hace un empresario que no sea de su cuerda, que alguno hay, y tenemos al comandante García cavando trincheras en las redes sociales, y además con razón.
Y luego el numerito del tal Rafalito. Hay que tener poca clase. Poco gusto. Ser tan de fuera de Córdoba llevando viviendo aquí toda la vida. Que es que parece que el muñeco lo ha diseñado el inefable Paco Castillero debajo de una encina y después de haberse puesto de grana y oro en un perol. Esa mascotita que se asemeja más a un seis doble que a las arcadas de la Mezquita merece, como poco, la reprobación de la Unesco. Anda que haber andado el camino hasta la elite del patrimonio mundial para que ahora se nos cuele en el Alcázar Viejo una ficha de dominó con sombrero cordobés...