PERSONAJES ILUSTRES

Félix Hernández, el arquitecto que se enamoró de Córdoba

Su papel artístico en la historia de la ciudad es tan relevante como desconocido en sus principales hitos

Imagen de archivo de Féliz Hernández ABC

R. C. M. / I. C.

Sin los delirios de grandeza de Abderramán III no podríamos hoy disfrutar de un testimonio de la historia como el que se extiende a las faldas de Sierra Morena. Sin la dedicación de un arquitecto, tampoco. Nació en Barcelona, pero dedicó gran parte de su vida al patrimonio de Córdoba. Félix Hernández Giménez (1889-1975) ejerció en la ciudad de arquitecto, conservador y restaurador de monumentos histórico-artísticos. Su prolífica obra contrasta con la escasez de sus publicaciones, muy centradas en la cultura de Al Ándalus y en los itinerarios y rutas del sur peninsular. Pero si por algo destaca la figura de Félix Hernández es por su papel en el yacimiento arqueológico de Medina Azahara , del que fue conservador hasta poco antes de su fallecimiento y a la que consideraba «la niña de sus ojos».

Tras formarse en Barcelona, y tras un periplo por Soria y Linares, Hernández llegó a Córdoba en el año 1921. Además de su puesto de arquitecto municipal, profundizó en investigaciones y proyectos de conservación del patrimonio local. Un trabajo que los profesores del área de Arqueología de la UCO, Alberto León y José Antonio Garriguet , están recopilando con los fondos documentales que Hernández dejó en el Museo Arqueológico de Córdoba . Era «un trabajador incansable que quería hacer muchas cosas por Córdoba», como lo definen estos investigadores.

Gracias a su desarrollo profesional, Hernández tuvo la oportunidad de codearse con los personajes ilustres y eruditos de su época , aunque no era muy dado a prodigarse en actos sociales. De esta forma, estuvo en contacto con personalidades como el alcalde Antonio Cruz Conde , el epigrafista y arabista Manuel Ocaña, con Enrique Romero de Torres -hermano del gran Julio Romero de Torres-, el director del Museo Arqueológico de Córdoba, Samuel de los Santos Gener , el veterinario Rafael Castejón o la también directora del Museo Arqueológico, Ana María Vicent .

En su tiempo en Córdoba, pasó de su faceta de arquitecto constructor a la de arquitecto restaurador, estableciendo sus principales líneas de investigación en relación a la arquitectura islámica . A tenor de sus obras, Córdoba le debe a Hernández buena parte del turismo que hoy en día sigue funcionando en la ciudad. De hecho, a él está atribuida la reconstrucción del templo de Claudio Marcelo , la restauración de las murallas de Conde del Vallellano o las primeras excavaciones que se realizaron en la Mezquita-Catedral , así como la localización de vestigios del complejo de San Vicente, la restauración de las cubiertas o la recuperación del alminar islámico del campanario de la Mezquita-Catedral .

Medina Azahara, «la niña de sus ojos»

Si importante fue el trabajo del arquitecto catalán en la Mezquita-Catedral no menos lo fue en Medina Azahara , de cuyo conjunto arqueológico fue conservador y responsable durante décadas. Su trabajo fue clave para que un yacimiento que en su día fue víctima de continuos expolios pasara a obtener el reconocimiento y el mimo de buena parte de la sociedad cordobesa. Tras la muerte de su predecesor, Ricardo Velázquez Bosco , en 1923 se puso al frente del equipo de excavaciones de Medina Azahara, que se paralizaron en 1936 tras el golpe de estado y el inicio de la Guerra Civil. Su segunda fase se retomó en 1944 y se extendió hasta la muerte de Félix Hernández en 1944. Dedicó a la ciudad brillante de Abderramán III la mayor parte de su vida y hoy tiene un merecido lugar en el museo del yacimiento, donde a través de fotografías y documentos puede conocerse a fondo la labor del arquitecto. Entre sus mayores logros se encuentra, sin duda, la reconstrucción en la década de los 40 del Salón Rico , que fue creado en el siglo X y que Rafael Manzano completó en los años 80.

Además de su obra monumental, Córdoba le debe también un abundante muestrario de casas que responden a la estética del regionalismo neobarroco , entre las que destacan las del paseo del Gran Capitán, la casa Hoces Losada de calle Concepción, ambas de 1925, y la casa Colomera en las Tendillas, de 1928.

Félix Hernández, el arquitecto que se enamoró de Córdoba

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación