CULTURA
Fallece el poeta Eduardo García
Afincado en Córdoba desde hacía 25 años, era natural de Brasil
Eduardo García, poeta brasileño y afincado en Córdoba desde hace décadas, ha falleció en Córdoba a los cincuenta años después de padecer una fatal enfermedad. Premio Nacional de la Crítica en 2010 por su poemario «La vida nueva», García había obtenido también el galardón Fray Luis de León, Profesor de Filosofía con labor docente en Córdoba desde 1991 era autor, entre otras obras, de «Las cartas marcadas», «Horizonte o frontera», «Refutación de la elegía» y «No se trata de un juego». También había sido galardonado con los premios el Ojo Crítico, Juan Ramón Jiménez, o Hiperión, entre otros.
Miguel García Posada lo calificó en 2010, y al trascender la noticia de que había ganado el Premio Nacional de la Crítica, como «uno de los poetas más importantes del territorio español de los últimos 20 años».
Al recibir el citado galardón, Eduardo García señaló que «no me lo creo todavía; me encuentro en estado de shock absoluto y con una sensación de vértigo ante el futuro, puesto que este reconocimiento me hace recordar al adolescente que fui y que soñaba con ser poeta».
«La escritura, un acto solidario»
El primer libro que cayó en sus manos, según él mismo reconoció en una entrevista concedida a este periódico hace seis años, fue «Robinson Crusoe», al que siguieron miles de ellos que forjaron su carácter y su pluma. «La escritura es un acto solitario. No he pertenecido a clanes ni a grupos de presión. No los desprecio moralmente. Simplemente no es mi carácter», confesaba en la conversación mantenida con ABC.
Casado con la exconcejala y exdelegada de Cultura de la Junta de Andalucía Rafaela Valenzuela, el poeta apuntaba en esa pieza periodística que «la única revolución a la que me apunto es a la de la palabra, a la de soñar despierto cada día. Soy poco guerrero. Lo de la sangre no me entusiasma».
Con domicilio en Palma del Río, Eduardo García llegó a Córdoba hace veinticinco años por razones profesionales y pronto entró en contacto con los talleres de poesía que impartía Pedro Roso en la Posada del Potro. «Esos años fueron maravillosos», aseguraba el creador malogrado.